Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
A pesar de las nubes que encapotan el cielo parece que hoy será un gran día. El mapa descansa en nuestra fiel mochila de viaje, signo de que todo está bajo control, y nosotros caminamos por una pequeña calle que debería llevarnos como si de un túnel se tratase hasta un final lleno de luz y algarabía. En efecto, tras unos minutos andando y al doblar una esquina, una enorme avenida repleta de coches y paseantes nos obliga a levantar la vista y admirar los multiformes edificios señoriales que la conforman. Así es la Gran Vía de Bilbao, una de las ciudades más importantes del norte de España y uno de esos lugares por los que que al caminar uno ve pasar ante sus ojos el transitar de siglos de historia y costumbres.
La ancha avenida invita a caminar y perderse en la majestuosidad de su arquitectura, sus terrazas y su vitalidad. Al pasar junto a uno de sus edificios, el Palacio de la Diputación Foral de Vizcaya, y aún a riesgo de llegar tarde a nuestra cita en Bilbao no podemos evitar pararnos a admirar su impresionante fachada antes de continuar nuestro camino. El Palacio, de estilo ecléctico, se construyó en el s. XIX y también es conocido por el Salón del Trono que alberga en su interior. Continuamos la marcha y caminamos hacia la Plaza Elíptica o Plaza de Federico Moyúa, donde vemos ya la forma de caracola acristalada tan curiosa que tienen en Bilbao las bocas de metro. Al caminar por uno de los lados de la plaza en busca ya de nuestro primer destino, paramos de nuevo junto a un bonito edificio, el Hotel Carlton, donde su amable portero nos regala un curioso secreto: cada uno de los escalones de su entrada tiene tres respiraderos para que el aire pudiera entrar al búnker que utilizó el Gobierno Vasco durante la Guerra Civil española y que se situaba justo ahí, bajo la entrada del hotel por la que cada día pisan tantos huéspedes sin saberlo, aunque actualmente el búnker se utiliza como la bodega del restaurante del hotel. Tras despedirnos del portero y caminando con prisa para no llegar tarde, dejamos atrás la Gran Vía y nos sumergimos en el barrio de Indautxu, el más céntrico, para atravesar la Plaza de Vizcaya con el singular edificio de vidrio que alberga la Sede del Gobierno vasco, el Edificio Bizkaia, y por fin llegar a la Alameda de Urquijo donde nuestro amigo Iñaki, apoyado en la pared del Bar la Alameda, nos señala su reloj de pulsera indicándonos lo que ya sabíamos: llegamos tarde. Iñaki extiende los brazos al instante sacando a relucir la afable manera de ser de la gente del norte y sin tener que pedirle disculpas entramos al lugar que, según él mismo nos describe, es 'un bar de toda la vida, nada de modernismos'. En efecto, La Alameda es un típico local español, del norte, con la barra a rebosar de los famosos pintxos que dan fama a la ciudad en sus múltiples variedades (similar a la tapa, el pintxo se forma con una rebanada de pan y diferentes ingredientes encima de ella). Como aún es temprano, Iñaki se decanta por un café espresso y nosotros por dos cafés con leche, pero no deja de recomendarnos volver a lo largo del día para probar algo indispensable para disfrutar de este bar y del Bilbao más tradicional: un zurito de Rioja (un vaso pequeño de este vino) y las 'Felipadas', pintxos en forma de sandwich rellenos de múltiples ingredientes distintos y también cualquiera de la variedad de pintxos que ofrecen, a destacar para nuestro amigo el de ensaladilla que seguro no nos iremos sin probar.
Cuando contamos a Iñaki nuestro paseo por la Gran Vía de su ciudad entiende de una vez que hayamos llegado tarde y nos recomienda volver para caminarla hasta su punto final, reconocible por la estatua del Sagrado Corazón de Jesús que además indica la cercanía de una de las zonas más tradicionales de Bilbao, el área del Estadio San Mamés, casa del equipo de fútbol de nuestro amigo Iñaki: el Athletic de Bilbao. Esta zona es la que más recuerdos le trae y para él, un día de partido en este barrio representa el sentir más especial de la ciudad, el Bilbao puro, ése que esconde los sentimientos que se traspasan de generación en generación, de padres a hijos, quizá los más importantes de todos. Atravesado por la Calle Licenciado Pozas, muy cerca de donde nos encontramos, es el ambiente de este barrio antes de que empiece el juego lo que lo distingue, con sus bares de pintxos y cervecerías típicas repletas de seguidores ataviados con txapelas (boina típica vasca) reponiendo fuerzas para animar a los leones, como se conoce a los jugadores del Athletic.
Al lado del estadio se encuentra la Casa de la Misericordia, que fue uno de los mayores orfanatos de Europa y que guarda dos secretos del equipo de fútbol de Iñaki: el nombre de su estadio, ya que antiguamente se conocía a la Casa como Convento de San Mamés, y el apelativo 'leones' para sus jugadores, debido a una estatua que aún hoy se conserva en la que el niño mártir San Mamés aparece apoyado en un pequeño león.
Cerca también de la Gran Vía se localizan dos puntos hermanos y a la vez opuestos de la ciudad. Por un lado y a través de la calle Máximo Aguirre, el Museo de Bellas Artes de Bilbao alberga colecciones de una gran diversidad de manifestaciones artísticas desde el s. XIII hasta nuestros días y su entorno, el Parque de Doña Casilda Iturrizar invita a un tranquilo paseo por una bella zona verde que a veces pasa desapercibida; y por otro lado atravesando la paralela calle Iparraguirre el Museo Guggenheim Bilbao, icono moderno de la ciudad y museo de arte contemporáneo diseñado por el canadiense Frank O. Gehry en 1997 que debe su popularidad, a parte de por su nombre en sí mismo, a su original forma de barco y sus paneles brillantes que se asemejan a escamas de pez y que son fotografiados por miles de turistas cada día. Los dos son los museos más importantes de la ciudad, pero es posible que la popularidad del más moderno haya dejado últimamente algo en la sombra al de Bellas Artes y sin embargo, los dos merecen una larga visita para ser admirados. En la explanada del Guggenheim se encuentran además la estatua del perro Puppy de Jeff Koons, repleta de plantas y flores, y la famosa araña 'Mamá' de Louise Bourgeois.
Al lado del estadio se encuentra la Casa de la Misericordia, que fue uno de los mayores orfanatos de Europa y que guarda dos secretos del equipo de fútbol de Iñaki: el nombre de su estadio, ya que antiguamente se conocía a la Casa como Convento de San Mamés, y el apelativo 'leones' para sus jugadores, debido a una estatua que aún hoy se conserva en la que el niño mártir San Mamés aparece apoyado en un pequeño león.
Cerca también de la Gran Vía se localizan dos puntos hermanos y a la vez opuestos de la ciudad. Por un lado y a través de la calle Máximo Aguirre, el Museo de Bellas Artes de Bilbao alberga colecciones de una gran diversidad de manifestaciones artísticas desde el s. XIII hasta nuestros días y su entorno, el Parque de Doña Casilda Iturrizar invita a un tranquilo paseo por una bella zona verde que a veces pasa desapercibida; y por otro lado atravesando la paralela calle Iparraguirre el Museo Guggenheim Bilbao, icono moderno de la ciudad y museo de arte contemporáneo diseñado por el canadiense Frank O. Gehry en 1997 que debe su popularidad, a parte de por su nombre en sí mismo, a su original forma de barco y sus paneles brillantes que se asemejan a escamas de pez y que son fotografiados por miles de turistas cada día. Los dos son los museos más importantes de la ciudad, pero es posible que la popularidad del más moderno haya dejado últimamente algo en la sombra al de Bellas Artes y sin embargo, los dos merecen una larga visita para ser admirados. En la explanada del Guggenheim se encuentran además la estatua del perro Puppy de Jeff Koons, repleta de plantas y flores, y la famosa araña 'Mamá' de Louise Bourgeois.
Desde el Guggenheim podemos tomar uno de los paseos preferidos de Iñaki, el Paseo de Abandoibarra que recorre la rivera del río Nervión a su llegada a la ciudad, cuando se transforma en la Ría del Bilbao. Durante este paseo, además del museo de Gehry, se puede admirar una de las obras del famoso arquitecto Calatrava, el Puente Zubizuri y también el actual Ayuntamiento de la ciudad, de 1892, con un curioso detalle en su escalinata: el quinto escalón es la referencia de Bilbao con respecto al nivel del mar, 8.8 metros. Si continuamos el paseo siguiendo la corriente del agua culminaremos en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, el Teatro Arriaga. Inaugurado en mayo de 1890, este bello edificio neobarroco utilizó grandes novedades en sus inicios, entre las que destacaban la iluminación eléctrica y la 'Ópera a domicilio'', la posibilidad de escuchar las obras desde casa y por teléfono por una cuota de 15 pesetas por actuación.
Llegados a este punto y con los cafés prácticamente olvidados, los zuritos de Rioja y alguna que otra felipada empiezan a hacerse los protagonistas de nuestra mesa en el bar La Alameda mientras Iñaki, apasionado de Bilbao y con la rotundidad que sólo los vascos saben darle a su propia voz, nos da indicaciones para visitar el casco histórico de la ciudad. Ésta es su parte más antigua, forjada gracias a los pescadores que bajaban desde el cercano valle donde se encuentra la primitiva Basílica de Begoña, patrona de la ciudad, hasta la ría donde amarraban sus botes para salir a faenar.

Iñaki nos propone entrar en la Plaza Nueva a través de sus arcos para empezar el recorrido. En esta plaza de estilo neoclásico se encuentra la Academia de la Lengua Vasca y los domingos se celebra un mercadillo muy popular en la ciudad. A su espalda, la Plaza de Miguel de Unamuno conecta con la citada Basílica de Begoña y alberga, además, el Museo Vasco. A partir de aquí encontramos ya el auténtico casco viejo de Bilbao, popularmente conocido como '7 calles', ya que ése es el número de vías que lo conforman, formadas alrededor de la Catedral de Santiago, la iglesia gótica más monumental de Vizcaya y llamada así por el patrón de la ciudad y por ser uno de los puntos de la peregrinación de Santiago hasta Galicia.
Las calles en el centro histórico son estrechas, de piedra, repletas de bares y establecimientos antiguos y tradicionales. Hablando de piedra, Iñaki nos cuenta un detalle curioso sobre el pavimento de Bilbao: al pasear por la ciudad debemos también prestar atención al suelo para lograr encontrar la baldosa de Bilbao, un conocido diseño con surcos en forma de flor y cuatro canales que desaguan la lluvia y que se creó para combatir su clima, generalmente húmedo. Esta flor se ha convertido en todo un símbolo que incluso algunos bilbaínos llevan tatuado en la piel o como colgante, pulseras y otras piezas de bisutería.
Iñaki vuelve a mirar su reloj, la mañana empieza a dar sus últimos coletazos y ha llegado el momento de poner en práctica la teoría que nos ha dado nuestro amigo. Así, con la emoción de que una ciudad llena de flores de piedra nos espera con todos sus secretos por descubrir, nuestro amigo Iñaki nos deja hasta un futuro encuentro y nosotros comenzamos nuestra ruta por las calles llenas de historia y nostalgia de esta antigua villa.
Las calles en el centro histórico son estrechas, de piedra, repletas de bares y establecimientos antiguos y tradicionales. Hablando de piedra, Iñaki nos cuenta un detalle curioso sobre el pavimento de Bilbao: al pasear por la ciudad debemos también prestar atención al suelo para lograr encontrar la baldosa de Bilbao, un conocido diseño con surcos en forma de flor y cuatro canales que desaguan la lluvia y que se creó para combatir su clima, generalmente húmedo. Esta flor se ha convertido en todo un símbolo que incluso algunos bilbaínos llevan tatuado en la piel o como colgante, pulseras y otras piezas de bisutería.
Iñaki vuelve a mirar su reloj, la mañana empieza a dar sus últimos coletazos y ha llegado el momento de poner en práctica la teoría que nos ha dado nuestro amigo. Así, con la emoción de que una ciudad llena de flores de piedra nos espera con todos sus secretos por descubrir, nuestro amigo Iñaki nos deja hasta un futuro encuentro y nosotros comenzamos nuestra ruta por las calles llenas de historia y nostalgia de esta antigua villa.
Foto Baldosa de Bilbao: Josu Aurrekoetxea en flickr
Ilustraciones: Aarón Mora, ilustrador de Espresso Fiorentino
Ilustraciones: Aarón Mora, ilustrador de Espresso Fiorentino
Quizá te interese...
|
|
|