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Un café (chilango) en Ciudad de México... con Amélie Olaiz

1/9/2014

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Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
La Ciudad de México es una enorme jungla de asfalto y sensaciones en la que no es difícil perderse. Ya desde el avión, el inmenso Distrito Federal extiende sus calles y edificios más allá de cualquier montaña a la vista y el aterrizaje se realiza casi entre tejados y azoteas, ya que la ciudad se ha engullido también al Aeropuerto Internacional Benito Juárez.
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De todos es sabido que México es tierra de contrastes y esta circunstancia encuentra su razón de ser en la capital, donde el folklore y las raíces indígenas se mezclan con los edificios más modernos y los restaurantes más elegantes del momento.

Hoy hemos venido al sur de la ciudad a través de la Avenida de los Insurgentes para llegar hasta el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), donde hemos quedado con la escritora Amélie Olaiz en uno de sus rincones favoritos: la cafetería del museo. Según ella misma nos dijo, en ella 'la cocina es estupenda y el café muy bueno, está rodeado de piedra volcánica que se vuelve la decoración y hace un grato contraste con las formas arquitectónicas del museo. El piso de la zona cerrada es transparente, así que parece que uno flota sobre las piedras. Hay zona de fumar y de no fumar para aquellos que aún conservan el vicio'. Amelie es una escritora que, como la propia Ciudad de México, convive en sus líneas con la realidad y la fantasía, algo que demuestran libros como 'Piedras de Luna' o 'Aquí está tu cielo'. La encontramos, cómo no, leyendo en una de las mesas de la cafetería iluminada por los tímidos rayos de sol que aparecen entre las nubes. Antes de sentarnos, Amelie nos indica estas nubes, a las que mexicanísimamente denomina 'bombachas' y nos enseña algunas que se asemejan a dragones, conejos y caras diversas. 

A falta del café de olla ('el que se hace con piloncillo'), Amélie pide un buen americano con un chorrito de leche y nosotros dos cortados, y México empieza a hacerse el protagonista de la conversación. Llegar a México, a los tejidos de colores que cuentan siglos de leyendas y a los sabores del maíz en sus infinitas variedades significa también reencontrarse con parte de una historia de nosotros mismos que ni siquiera conocíamos. Y es que México es en sí mismo el resumen de la Historia de la Humanidad: civilizaciones antiguas, costumbres centenarias, hermanamiento y mezcla de culturas y también guerras, revoluciones, orgullo y valor reunidos en una tierra que cuenta su verdad a todo el que sabe cómo mirarla.

Aunque cualquiera pueda sentirse sobrepasado por la gran circunstancia que es el Distrito Federal, lo cierto es que la amabilidad y las costumbres de los chilangos, como se les conoce popularmente a los habitantes de la urbe, salen a relucir en cualquier esquina, desde la sonrisa de la vendedora de tacos hasta las danzas aztecas que a veces encuentras al pasear por el Zócalo capitalino. Y es que es en el centro donde la ciudad es más ciudad y más mexicana que en ningún otro sitio. Amelie nos recomienda visitarlo perdiéndonos en sus calles ('caminar por Madero y 16 de septiembre es una delicia') sin dejar de ver el Museo del Templo Mayor, que conserva los vestigios de lo que fue Tenochtitlán, el nombre que recibía la Ciudad de México antes de la llegada de Hernán Cortés; la Catedral Metropolitana, con tours que te permiten subir al tejado y fotografiar las mejores vistas del Zócalo y el centro histórico, y visitar los murales de Diego Rivera en Palacio Nacional. 

En el centro histórico encontramos, además, el que puede considerarse como el ejemplo más importante de la cultura de todo el país: el Palacio de Bellas Artes, declarado Monumento artístico por la UNESCO en 1987. Por su escenario han pasado desde Pavarotti y Plácido Domingo hasta Les Luthiers y en él María Callas cantó las dos únicos funciones de 'Rigoletto' que dio a lo largo de su vida. Según nos dice la propia Amélie, 'el edificio es una joya y los interiores Art Decó también'. El Palacio está situado junto a la Alameda Central, el paseo más antiguo de la Ciudad de México plasmado por Diego Rivera en el mural 'Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central'. A unos pasos de allí y pasando el Palacio Postal (edificio de correos), un impresionante edificio del siglo XX, se encuentra la Plaza Garibaldi, donde mariachis y otros conjuntos de música folclórica mexicana visten sus mejores galas y cantan los temas más famosos para ser elegidos por los que allí se reúnen para contratar a los músicos de sus celebraciones, serenatas, bodas o cumpleaños. Además, en esta plaza se encuentra el mítico salón Tenampaque entre sus muros ha visto a los mejores autores de canción mexicana, incluyendo a José Alfredo Jiménez. Desde hace unos años, Garibaldi se ha ido renovando y ahora encontramos en ella el moderno Museo del Tequila y el Mezcal (MUTEM), las dos bebidas mexicanas por excelencia junto al margarita.

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Palacio de Bellas Artes por Luigi Guarino en flickr
Como datos curiosos, Amélie nos aporta que la Biblioteca de México, situada en la Plaza de la Ciudadela, fue hace cien años el edificio que tomaron los rebeldes al iniciar la Decena Trágica, curiosamente sin que se destruyera nada a pesar de que fue la batalla más sangrienta librada en la Ciudad de México. Y cerca de allí, en el Bar la Ópera, si miras al techo, encontrarás el orificio de un balazo que pegó Emiliano Zapata, uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana, al entrar al lugar montado en su caballo. Hablando de revolucionarios, el Monumento a la Revolución, Art Decó, se encuentra no muy lejos de este Bar la Ópera, y a él también se puede subir y contemplar las vistas sobre la Avenida Juárez y el Paseo de la Reforma.  En esta última zona, tendremos que dedicar después de nuestro café bastantes horas para poder admirar, entre otras cosas, las colecciones del Museo Nacional de Antropología sobre el arte de las distintas poblaciones que han habitado México: Teotihuacán, los Toltecas, Mexica, Mayas… (Importante: la zona arqueológica de Teotihuacán, aunque reconstruida dentro del museo, puede visitarse a las afueras de la Ciudad de México). El Museo es una auténtica maravilla y hace falta dedicarle más de tres horas para poder empezar a disfrutarlo. Cerca del Museo y sin apartarnos del Paseo de la Reforma están el parque y el Castillo de Chapultepec que albergan el Museo de Arte Moderno y el Museo Nacional de Historia en su interior, el monumento al Ángel de la Independencia y a la Diana Cazadora, la Estela de Luz y, más al norte, el Museo Soumaya de la Fundación Carlos Slim.

La gastronomía mexicana es mundialmente conocida por su variedad, su color y su riqueza culinaria y, antes de salir del centro y para corroborarlo, debemos pasar como cita obligada por la Plaza de Santo Domingo y probar los chiles en nogada en la Hostería de Santo Domingo. El chile en nogada es un plato proveniente del estado de Puebla elaborado por monjas agustinas y formado por una gran cantidad de ingredientes que se decora con nuez, perejil y granada formando los colores de la bandera mexicana.
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Chiles en nogada por Daniel Dionne
Pero el Distrito Federal no es sólo su centro histórico. México DF es muchas ciudades en una sola y necesitamos más de una semana para poder visitarla en su totalidad. 

Sin irnos demasiado lejos del MUAC y de nuestro café, también al sur podemos encontrar el colorido Coyoacán, el barrio bohemio, de Frida Kahlo y su Casa Azul, de León Trotsky y del museo Anahuacalli donado por Diego Rivera. Unas de las zonas más agradables para pasear o disfrutar de un domingo en buena compañía. Y un poco más al sur, una de las maravillas de la Ciudad de México, Xochimilco y sus trajineras, unas embarcaciones coloridas y dedicadas cada una al nombre de una mujer con las que navegar por los canales calmados disfrutando del día con amigos o familia, ya que en la embarcación caben entre diez y quince personas. 

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Trajineras en Xochimilco
Aunque, debido a sus zonas, hacen falta más de dos cafés para hablar de toda la Ciudad de México, Amelie no quiere olvidarse de recomendarnos pasear por las colonias Roma y Condesa, centros neurálgicos de la cultura y la vida popular en la actualidad, con los restaurantes y los bares más 'trendy' del momento, el barrio de San Ángel y su Bazar del Sábado y Polanco y sus boutiques de lujo.

La Ciudad de México es un vasto territorio con una amplísima diversidad de ofertas en todos los sentidos, actividades para todos los gustos y miles de detalles que pasan desapercibidos a simple vista. Entre ellos y, para nuestra amiga Amelie el más divertido y extraño, sólo interesará a los amantes de los perros y es el Monumento al Perro Callejero, situado en Tlalpan, sobre Insurgentes y frente a Neurología.

Las nubes que cubren el cielo al final de nuestra conversación ya no son bombachas y no dejan pasar ni un rayo de sol. Hace frío en México D.F. y nos despedimos de Amelie con la misma doble sensación que te deja la ciudad: la agobiante manera en que te envuelve y unas inmensas ganas de intentar conocer todos los secretos que esconde.
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Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino.



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