Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
El agobiante calor que anuncia un largo e inminente verano nos da la bienvenida a nuestra llegada a la histórica ciudad de Segovia, un tesoro de piedra que parece condensar los rayos de sol en sus muros dorados. Estos gigantes perpetúan la belleza castellana que a lo largo de los siglos conquistó a reyes y princesas mientras caminamos tranquilos, no hace falta correr. Las calles del desierto centro histórico en las horas del mediodía dan buena muestra de los estragos del calor en los atrevidos turistas veraniegos. En el paseo, la suela de nuestros zapatos viajeros resuenan con fuerza al chocar contra las robustas piedras del pavimento segoviano que, casi en un sueño, nos lleva hasta los pies de su icono más característico: el acueducto romano. Después de varios años sin verlo, el monumento luce imponente, como lo ha hecho siempre, demostrándonos que tras viajes y kilómetros los únicos que hemos cambiado somos nosotros. A fin y al cabo, alguien nos dijo alguna vez que viajar te cambia sin querer. Ese escurridizo alguien nos espera en algún rincón de la mágica Segovia y sus castillos, que se abre ante nuestros ojos bajo un cielo que parece estar teñido de añil.
A los pies de la Sierra de Guadarrama, la antigua ciudad de Segovia ha sido celta, romana, islámica, visigoda y gracias a todas ellas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en la actualidad. Sus vestigios son tantos y tan diferentes que se encuentran casi a cada paso. Sin ir más lejos, la angosta vía de Juan Bravo nos conduce de lleno hasta la Iglesia de San Martín del s. XII y su galería porticada, señorío románico de camino a la Plaza Mayor, el epicentro y corazón de la vida segoviana. Joya barroca del s. XVIII, la plaza fue definida por Miguel de Unamuno como un cuadrilátero irregular pero asombrosamente armónico. El Café Novelty, bajo los pórticos que rodea la Plaza Mayor, tiene el honor de contar aún anécdotas de las tertulias que el escritor y filósofo bilbaíno organizaba en su terraza. En uno de los extremos de la plaza, la Catedral de Segovia, la 'Dama de las Catedrales', se levanta majestuosa con sus líneas finas y delicadas elevándose hasta algunas nubes frágiles que parecen romperse contra su poderosa torre de casi 90 metros. Paradójicamente, la enorme planta de la Catedral encuentra en su aspecto exterior una tranquilidad que se transmite al que la contempla, como si la blancura de sus muros se convirtiera en algo parecido a un relicario espiritual de calma. Cegados por ese sentimiento, algo nos invita a tomar una dirección y seguimos a nuestros pies hasta uno de los locales de la plaza guiados por el sonido de una guitarra que nos resulta familiar. Nuestro alguien especial y protagonista de la cita segoviana no es asiduo a exteriores, por lo que nos adentramos directamente en el interior del bar El Negresco, el hermano pequeño de La Concepción o La Concha como se conoce a este bar-restaurante de la Plaza Mayor.
El Negresco es un pequeño local para unas 25 personas popular en la ciudad gracias a su servicio de calidad, buenos cocktails y una tortilla de patatas impresionante. En un rincón oscuro, oculto del ruido y el papel, Javier Vidal se disputa el protagonismo con Mister Marshall, su alter ego, mientras entona una canción que es casi un suspiro. Las musas rodean al músico segoviano en las últimas notas de una melodía que disfraza su romanticismo en una coraza de rock elegante, como él mismo suele hacer. Al terminar, Mister Marshall descansa en las cuerdas de la guitarra y Javier vuelve a la realidad, con su característico despiste y la pícara sonrisa con la que nos saluda al fin. Allá por el año 2010, la canción Solar Abandonado marcaba el comienzo de la andadura de Mister Marshall, un grupo que comenzó a hacer canciones bonitas de apariencia folk que, según dicen ellos mismos, han pasado a convertirse en canciones necesarias. En 2013 el grupo se trasladó a Madrid para consolidarse con el disco Bienvenido, el claro ejemplo de las connotaciones españolas (Bienvenido...) y americanas (...Mister Marshall). Berlanga 2.0.
El Negresco es un pequeño local para unas 25 personas popular en la ciudad gracias a su servicio de calidad, buenos cocktails y una tortilla de patatas impresionante. En un rincón oscuro, oculto del ruido y el papel, Javier Vidal se disputa el protagonismo con Mister Marshall, su alter ego, mientras entona una canción que es casi un suspiro. Las musas rodean al músico segoviano en las últimas notas de una melodía que disfraza su romanticismo en una coraza de rock elegante, como él mismo suele hacer. Al terminar, Mister Marshall descansa en las cuerdas de la guitarra y Javier vuelve a la realidad, con su característico despiste y la pícara sonrisa con la que nos saluda al fin. Allá por el año 2010, la canción Solar Abandonado marcaba el comienzo de la andadura de Mister Marshall, un grupo que comenzó a hacer canciones bonitas de apariencia folk que, según dicen ellos mismos, han pasado a convertirse en canciones necesarias. En 2013 el grupo se trasladó a Madrid para consolidarse con el disco Bienvenido, el claro ejemplo de las connotaciones españolas (Bienvenido...) y americanas (...Mister Marshall). Berlanga 2.0.
Javier tiene mucho que ver con Segovia, su elegancia y su carácter castellano. Con ese mismo carácter, el cantautor ordena al camarero otro Dry Martini de buena mañana, no bebo café, ni té. Mientras, le acompañamos con nuestro café irlandés, el más fuerte, la ocasión lo merece. En los ojos de Javier se lee el verano de Segovia, el de los paseos entre los árboles que crecen junto a las murallas de la ciudad donde hace fresco y huele a hierba y el de los atardeceres con vistas al Monasterio del Parral. Y es que, según nuestro amigo nos cuenta, Segovia esconde mil y un secretos ocultos bajo la sombra del gran acueducto romano y sus 166 arcos de piedra granítica. El que sólo admira este gran monumento corre el riesgo de perderse la Iglesia de la Vera Cruz, a las afueras, un templo románico cuya construcción se ha atribuido históricamente a los Templarios. La energía del lugar aún se siente en su famosa planta de doce lados. La frondosa barba que luce nuestro amigo (lo suyo le ha costado) se humedece de Dry Martini alrededor de los labios cuando da un sorbo más al vaso de cristal. Otro punto recomendado y desconocido en la ciudad es para él la Casa de la Moneda y el paseo que discurre junto a ella, un lugar mágico, de piedra y muy especial al caer la tarde. Segovia es una ciudad de atardeceres. Y aunque no sea poco conocido si no todo lo contrario, el magnífico Alcázar de Segovia merece una mención especial. Su aspecto de castillo de cuento de hadas colocado sobre un monte inspiró al mismo Walt Disney en la construcción de los castillos de sus parques temáticos. En sus estancias residió Alfonso X el Sabio; de ellas salió Isabel la Católica para ser coronada, y en su capilla se celebró la misa del enlace entre Felipe II y Ana de Austria.
La mañana agota sus últimos minutos y en El Negresco las cervezas, copas y pinchos empiezan a salir por la ventanilla que comunica la barra alta exterior con la cocina. Mobiliario castizo para esos bares de toda la vida. Los cafés irlandeses son ya un recuerdo y Javier apura su Dry Martini para acompañarnos guitarra en hombro a la Confitería El Alcázar, en la misma Plaza Mayor, el lugar donde debemos probar el famoso 'ponche segoviano' por orden de nuestro amigo. Aunque de manera irremediable su nombre nos trae a la memoria algún tipo de bebida, el 'ponche segoviano' es un bizcocho con mazapán y crema pastelera muy arraigado en esta ciudad y que se ha convertido en el postre típico de toda la provincia. Aunque Javier insiste en no ser austeros, con un pequeño pedazo disfrutamos del sabor de la tradición a los pies de la bella y luminosa Catedral.
La mañana agota sus últimos minutos y en El Negresco las cervezas, copas y pinchos empiezan a salir por la ventanilla que comunica la barra alta exterior con la cocina. Mobiliario castizo para esos bares de toda la vida. Los cafés irlandeses son ya un recuerdo y Javier apura su Dry Martini para acompañarnos guitarra en hombro a la Confitería El Alcázar, en la misma Plaza Mayor, el lugar donde debemos probar el famoso 'ponche segoviano' por orden de nuestro amigo. Aunque de manera irremediable su nombre nos trae a la memoria algún tipo de bebida, el 'ponche segoviano' es un bizcocho con mazapán y crema pastelera muy arraigado en esta ciudad y que se ha convertido en el postre típico de toda la provincia. Aunque Javier insiste en no ser austeros, con un pequeño pedazo disfrutamos del sabor de la tradición a los pies de la bella y luminosa Catedral.
Javier nos acompaña a través de la Calle Real pero sus ojos ya se han perdido entre la gente que pasea por la calle más comercial y viva de la ciudad. Las musas parecen haber regresado y Mister Marshall resuena en algún lugar perdido entre los muros de piedra de esta estrecha calle. Nuestro amigo responde a su llamada y empuñando ya su guitarra se lanza a nosotros en un repentino abrazo que sabe a despedida. Cuando el arte llama, el artista escucha. Javier es una nota más del bonito pentagrama que las calles y arcos de Segovia forman a la luz de un sol abrasador. Perdido en la musicalidad del momento, nuestro amigo se despide tímidamente con su aire despistado y sus maneras de galán castellano y se marcha calle arriba sin dar opción a nuestro cohibido 'hasta luego'. Javier Vidal y Mister Marshall nos dejan con Segovia y su acueducto para volver al punto de partida. De nuevo en la plaza, el gigante de piedra responde a los rayos del sol con su solemne frialdad, la misma que pronto volveremos a ver para darnos cuenta de que nada cambia, sólo nosotros mismos.
Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino
Agradecimientos: Javier Vidal, por todo; Mister Marshall (Antonio Poza, Marco Llul, Nacho Mata, Antonio García y Javier Vidal), por su música
Agradecimientos: Javier Vidal, por todo; Mister Marshall (Antonio Poza, Marco Llul, Nacho Mata, Antonio García y Javier Vidal), por su música
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