Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
Ha pasado ya el mediodía cuando atravesamos la frontera montañosa que nos sumerge de lleno en Quito. Hoy no hace calor en la capital y un aire fresco nos recibe a través de las ventanas del automóvil. Al adentrarnos por sus calles, subimos una inesperada colina desde la que el volcán Pichincha nos saluda majestuoso en la distancia para que comprobemos cómo la ciudad se levanta en su misma falda. Él es el volcán que vio nacer las primeras civilizaciones, el mismo que presidió la llegada de los incas y el que dio nombre a la Batalla de Pichincha de 1822 en la que se alcanzó la independencia de Ecuador. Quito es historia viva, arte, mitos y tesoros ocultos. El Pichincha parece sonreír desafiante en su telón de fondo. ¿Conseguirá alguien descubrir todos los secretos de esta mágica ciudad?
El territorio que ocupa la actual Quito ha estado habitado desde aproximadamente el año 1030 a.C., tiempos de leyenda en los que se cuenta que hubo en el lugar un diluvio de tal magnitud que sólo una pareja que se había guarecido de las lluvias en el nombrado volcán Pichincha logró salvar la vida. Ellos eran Quitumbe y Llira y ambos bajaron a la zona donde hoy se levanta Quito para celebrar la continuidad de la vida. La importancia estratégica de su territorio la convirtió años más tarde en cuna de la conocida civilización inca liderada tras años de disputas por Atahualpa, el Inca quiteño que guardaba un legendario tesoro según las leyendas populares. Los colonizadores españoles creyeron estos mitos y buscando su tesoro fundaron oficialmente Quito en diciembre de 1534. Hoy la ciudad es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO gracias a su ejemplo eminente de ciudad colonial y a su impresionante mezcla de culturas indígenas, incas y europeas.
Inmersos finalmente en las calles del centro histórico, bajamos del automóvil arrullados por una melodía que parece provenir de alguna calle aledaña. Al acercarnos nos percatamos de que nos encontramos de nuevo sobre una colina que entre dos callejas de color amarillo y blanco ofrece una maravillosa vista de las casas de la ciudad, aglutinadas en un sinfín de colores. En una de las aceras un hombre comienza a raspar y picar las cuerdas de una guitarra al son de un pasillo ecuatoriano que se nos hace conocido. Suena 'Guayaquil de mis amores' y en la voz del hombre de la guitarra no hay lugar para la añeja rivalidad de Quito con la ciudad a la que el señor, con su voz grave, canta para ayudarnos a buscar nuestra primera parada acompasados por la magia y los sonidos de Ecuador.
La caminata continúa hasta un estrecho bocacalle por el que entramos a una plaza grande coronada por la que según indican varias señales es la Iglesia de San Francisco, con una imponente y hermosa fachada en piedra. En las escaleras de su entrada, una chica lee tranquila un libro con el cabello cubriendo prácticamente su rostro. Al acercarnos, nuestra amiga María Paula se levanta de un salto para darnos la bienvenida en un abrazo que representa la calidez ecuatoriana. Desde el centro de la hermosa Plaza de San Francisco los recuerdos y las anécdotas de algunos años atrás inundan ahora un presente más vivo que nunca. No hay nada como el reencuentro con un viejo amigo para desafiar el poder del tiempo. Frente al 'Escorial del Nuevo Mundo', como llaman a la Iglesia de San Francisco, nuestra amiga nos habla emocionada del que es el conjunto histórico de mayor dimensión de América, con trece claustros en su interior donde se mezclan las influencias de diversas culturas como la española, la italiana, la flamenca y por supuesto las indígenas.
María Paula nos confiesa entre risas mientras caminamos por la plaza que aún se sorprende con la vista de la ciudad y el majestuoso volcán a lo lejos desde su casa. Quito es una ciudad chiquitita pero con muchos lugares hermosos que visitar. Quito huele a naturaleza, a tierra y a los frutos que vienen de ella y si saliera de aquí extrañaría el paisaje cambiante de las montañas y volcanes a su alrededor. Aunque hoy las nubes se han alejado permitiéndonos verlo en toda su plenitud, el Pichincha no es la única cima que decora el horizonte quiteño. Dependiendo de la cantidad de nubes que cubra el cielo, el paisaje desde la ciudad varía prácticamente cada día.
Inmersos finalmente en las calles del centro histórico, bajamos del automóvil arrullados por una melodía que parece provenir de alguna calle aledaña. Al acercarnos nos percatamos de que nos encontramos de nuevo sobre una colina que entre dos callejas de color amarillo y blanco ofrece una maravillosa vista de las casas de la ciudad, aglutinadas en un sinfín de colores. En una de las aceras un hombre comienza a raspar y picar las cuerdas de una guitarra al son de un pasillo ecuatoriano que se nos hace conocido. Suena 'Guayaquil de mis amores' y en la voz del hombre de la guitarra no hay lugar para la añeja rivalidad de Quito con la ciudad a la que el señor, con su voz grave, canta para ayudarnos a buscar nuestra primera parada acompasados por la magia y los sonidos de Ecuador.
La caminata continúa hasta un estrecho bocacalle por el que entramos a una plaza grande coronada por la que según indican varias señales es la Iglesia de San Francisco, con una imponente y hermosa fachada en piedra. En las escaleras de su entrada, una chica lee tranquila un libro con el cabello cubriendo prácticamente su rostro. Al acercarnos, nuestra amiga María Paula se levanta de un salto para darnos la bienvenida en un abrazo que representa la calidez ecuatoriana. Desde el centro de la hermosa Plaza de San Francisco los recuerdos y las anécdotas de algunos años atrás inundan ahora un presente más vivo que nunca. No hay nada como el reencuentro con un viejo amigo para desafiar el poder del tiempo. Frente al 'Escorial del Nuevo Mundo', como llaman a la Iglesia de San Francisco, nuestra amiga nos habla emocionada del que es el conjunto histórico de mayor dimensión de América, con trece claustros en su interior donde se mezclan las influencias de diversas culturas como la española, la italiana, la flamenca y por supuesto las indígenas.
María Paula nos confiesa entre risas mientras caminamos por la plaza que aún se sorprende con la vista de la ciudad y el majestuoso volcán a lo lejos desde su casa. Quito es una ciudad chiquitita pero con muchos lugares hermosos que visitar. Quito huele a naturaleza, a tierra y a los frutos que vienen de ella y si saliera de aquí extrañaría el paisaje cambiante de las montañas y volcanes a su alrededor. Aunque hoy las nubes se han alejado permitiéndonos verlo en toda su plenitud, el Pichincha no es la única cima que decora el horizonte quiteño. Dependiendo de la cantidad de nubes que cubra el cielo, el paisaje desde la ciudad varía prácticamente cada día.
Saliendo de la plaza, nuestra amiga nos dirige hasta los pies de una iglesia con cúpulas de gran tamaño que ya veíamos desde las calles de alrededor. En la esquina de las calles García Moreno y Sucre, la Iglesia y Convento de la Compañía de Jesús de Quito guarda en su interior completamente ornamentado con ricas láminas de oro el que es sin duda el tesoro de la ciudad. Su fachada es también imponente, realizada en su totalidad con piedra volcánica. La Compañía, como es conocida popularmente en la capital, está considerada como uno de los más importantes exponentes de la arquitectura barroca americana. María Paula nos separa de la bella fachada de la iglesia y nos dirige a través de varias calles hasta la Plaza de la Independencia o Plaza Grande, circundada por varios de los edificios más importantes de la ciudad: la alargada y blanca Catedral Metropolitana de Quito; el Palacio de Carondelet, que entre sus numerosas columnas alberga la sede del gobierno; el Palacio arzobispal; el Palacio municipal, y el Hotel Plaza Grande. La plaza forma un agradable jardín rodeado de coquetas fachadas coloniales que destacan por su color puramente blanco.
Nuestra amiga sigue caminando por las calles rectas del centro histórico de Quito hasta que encuentra la Cafetería Modelo, donde según nos comenta se sirve desde hace 152 la bebida más tradicional del país. El aspecto colonial y el pequeño tamaño de la cafetería desde el exterior contrasta con su ambiente dinámico y su decoración moderna al entrar. Aunque huele a café recién molido, María Paula ordena al instante tres típicos ponches ecuatorianos. Es una bebida caliente muy típica, el perfecto acompañamiento para las tardes frías en la capital. Fueron los españoles los que nos dejaron esta rica tradición. Se prepara con leche, azúcar, esencia de vainilla, cáscara de naranja, yemas de huevo, leche condensada y un poco de aguardiente (licor de caña popular en Ecuador). Su sabor es peculiar: el suave recuerdo a algún dulce de la infancia con el toque algo más fuerte de algún ingrediente que no conocíamos. Para acompañar el sabor del 'cafecito de la tarde', aunque esta vez el ponche es el protagonista de la mesa, María Paula añade a la orden las populares humitas, pasteles hechos con maíz y queso y cocinados al vapor en las mismas hojas de maíz envolviéndolos. Único y sabroso.
Nuestra amiga sigue caminando por las calles rectas del centro histórico de Quito hasta que encuentra la Cafetería Modelo, donde según nos comenta se sirve desde hace 152 la bebida más tradicional del país. El aspecto colonial y el pequeño tamaño de la cafetería desde el exterior contrasta con su ambiente dinámico y su decoración moderna al entrar. Aunque huele a café recién molido, María Paula ordena al instante tres típicos ponches ecuatorianos. Es una bebida caliente muy típica, el perfecto acompañamiento para las tardes frías en la capital. Fueron los españoles los que nos dejaron esta rica tradición. Se prepara con leche, azúcar, esencia de vainilla, cáscara de naranja, yemas de huevo, leche condensada y un poco de aguardiente (licor de caña popular en Ecuador). Su sabor es peculiar: el suave recuerdo a algún dulce de la infancia con el toque algo más fuerte de algún ingrediente que no conocíamos. Para acompañar el sabor del 'cafecito de la tarde', aunque esta vez el ponche es el protagonista de la mesa, María Paula añade a la orden las populares humitas, pasteles hechos con maíz y queso y cocinados al vapor en las mismas hojas de maíz envolviéndolos. Único y sabroso.
Cerca de la Cafetería Modelo se encuentra uno de los restaurantes favoritos de nuestra amiga, uno de esos lugares que el visitante puede guardar en su retina para siempre. El Vista Hermosa debe su nombre al hermoso paisaje del Centro Histórico que se obtiene desde sus mesas ubicadas en el piso más alto de un bello edificio colonial del Quito Viejo. Durante el atardecer se produce el momento más mágico, cuando la noche cae sobre el volcán en el horizonte y las calles alumbran sus fachadas blancas con faroles de luz amarilla. Hermosa vista disfrutada al sabor del ceviche de camarón, los patacones o el churrasco. Ecuador y sus sensaciones.
Con el dulce sabor del ponche en los labios y su calor devolviéndonos la temperatura en la garganta, nuestra amiga mezcla el Centro Histórico con el Quito moderno, el de los edificios altos y las grandes avenidas. La zona más cosmopolita de la ciudad, con los bares de moda y las grandes cadenas hoteleras que acogen un numeroso turismo de negocios, comienza en los parques El Ejido y la Alameda y se extiende hasta la carretera que lleva hasta la Ciudad Mitad del Mundo. Quito, 'Luz de América', también es conocida así por encontrarse geográficamente 'en la mitad del mundo'. Y es que no lejos del centro está el monumento que lo confirma y que marca con exactitud las coordenadas 0-0'-0'', donde podemos poner un pie en el hemisferio norte y el otro en el hemisferio sur.
La tarde empieza caer sobre Quito y la belleza de sus casas y edificios comienza a tornar su color claro en un blanco oscuro que envuelve a la ciudad en una sombra de misticismo. Abandonamos los vasos de ponche vacíos y la cafetería para prácticamente correr en dirección al Vista Hermosa. Los últimos rayos de sol acarician las torres de San Francisco y las cúpulas de La Compañía cuando al fin alcanzamos la cima del restaurante. El volcán se aprecia aún con la tenue luz del prácticamente agotado sol. Las callejuelas de la ciudad son ahora delgadas serpientes de luz. Quito y sus tesoros a nuestros pies. María Paula sonríe orgullosa y nosotros lo hacemos emocionados, nuestra noche de platos ecuatorianos y risas del pasado acaba de comenzar.
Con el dulce sabor del ponche en los labios y su calor devolviéndonos la temperatura en la garganta, nuestra amiga mezcla el Centro Histórico con el Quito moderno, el de los edificios altos y las grandes avenidas. La zona más cosmopolita de la ciudad, con los bares de moda y las grandes cadenas hoteleras que acogen un numeroso turismo de negocios, comienza en los parques El Ejido y la Alameda y se extiende hasta la carretera que lleva hasta la Ciudad Mitad del Mundo. Quito, 'Luz de América', también es conocida así por encontrarse geográficamente 'en la mitad del mundo'. Y es que no lejos del centro está el monumento que lo confirma y que marca con exactitud las coordenadas 0-0'-0'', donde podemos poner un pie en el hemisferio norte y el otro en el hemisferio sur.
La tarde empieza caer sobre Quito y la belleza de sus casas y edificios comienza a tornar su color claro en un blanco oscuro que envuelve a la ciudad en una sombra de misticismo. Abandonamos los vasos de ponche vacíos y la cafetería para prácticamente correr en dirección al Vista Hermosa. Los últimos rayos de sol acarician las torres de San Francisco y las cúpulas de La Compañía cuando al fin alcanzamos la cima del restaurante. El volcán se aprecia aún con la tenue luz del prácticamente agotado sol. Las callejuelas de la ciudad son ahora delgadas serpientes de luz. Quito y sus tesoros a nuestros pies. María Paula sonríe orgullosa y nosotros lo hacemos emocionados, nuestra noche de platos ecuatorianos y risas del pasado acaba de comenzar.
Ilustraciones:Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino
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