Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
En la materialización de la leyenda de ese volcán de nombre impronunciable para el forastero y entre los cerros verdes y lo azul del cielo se extiende una de las ciudades más bellas del mágico México, aquélla en la que en tiempos aztecas el joven Popocatépetl se convirtió en volcán para abrazar eternamente a su amada aún después de la muerte. Lo que nunca imaginó es que también contaría con una amante hermosa y alegre que a sus pies lo cuidaría con mimo para siempre, Puebla. Amante inesperada que descansa entre volcanes, es el privilegio en el que los sentidos se deshacen entre aromas y sabores a mole poblano y chalupas. Puebla es el lugar donde los fríos zócalos de talavera cubren de azul y blanco edificios añejos y cuentan la historia de cómo un 5 de mayo de hace más de cien años la ciudad se convirtió en el orgullo de la nación.
Las calles del Centro Histórico de Puebla nos reciben con sus hechuras de colonia hecha ciudad y la alegría de los distintos colores de sus edificios. Azul, amarillo, granate, verde oliva... todos ellos se alinean formando cuadrados perfectos que poco a poco modelan ante nuestros ojos este perfecto trazado de la ciudad que, según la leyenda, dibujaron los propios ángeles, dándole uno de los nombres con los que es conocida: Puebla de los Ángeles. Su otro nombre, el oficial, nos lo explicará nuestra amiga Mariana con su sabiduría poblana en cuanto consigamos encontrarla en algún rincón entre la Calle 3 Oriente y la 6 Sur. Alrededor del zócalo, ese nombre con el que los mexicanos renombraron el ágora de las ciudades en Roma, la vida poblana se desarrolla entre puestos de frutas sazonadas con chile, vendedores de artesanías que estallan en miles de colores y tiendas de dulces típicos, camotes y macarrones.
Al entrar en el zócalo los rayos de sol brillan en las ventanas del Palacio Municipal y crean una agradable sombra en los portales que sostienen con bellas columnas el resto de edificios, enmarcando así la totalidad de la plaza. Bajo los soportales, numerosos comercios viven su trasiego y día a día abrazando los jardines que al frente, imponente y majestuosa preside la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Puebla. En el centro de los jardines y con su mirada perdida en las torres de la Catedral, nuestra amiga Mariana parece fantasear curiosa con otra época de la ciudad reconstruida en su imaginación. Mariana es una de esas personas que siempre han estado y que con certeza se puede afirmar que siempre estarán, compañera de risas y guardiana de esos secretos que solamente los que consiguen el difícil estatus de mejor amigo comparten con uno mismo. Por todo este recorrido, la fuerte intensidad del reencuentro se traduce en una bonita mezcla de emociones, abrazos y sonoras carcajadas ante las curiosas miradas de un centenar de ángeles esparcidos por toda la plaza, defensores de la Catedral desde las verjas que la rodean y en la misma fuente que a nuestro lado conmemora a San Miguel, el ángel que derrotó a Satanás.
Al entrar en el zócalo los rayos de sol brillan en las ventanas del Palacio Municipal y crean una agradable sombra en los portales que sostienen con bellas columnas el resto de edificios, enmarcando así la totalidad de la plaza. Bajo los soportales, numerosos comercios viven su trasiego y día a día abrazando los jardines que al frente, imponente y majestuosa preside la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Puebla. En el centro de los jardines y con su mirada perdida en las torres de la Catedral, nuestra amiga Mariana parece fantasear curiosa con otra época de la ciudad reconstruida en su imaginación. Mariana es una de esas personas que siempre han estado y que con certeza se puede afirmar que siempre estarán, compañera de risas y guardiana de esos secretos que solamente los que consiguen el difícil estatus de mejor amigo comparten con uno mismo. Por todo este recorrido, la fuerte intensidad del reencuentro se traduce en una bonita mezcla de emociones, abrazos y sonoras carcajadas ante las curiosas miradas de un centenar de ángeles esparcidos por toda la plaza, defensores de la Catedral desde las verjas que la rodean y en la misma fuente que a nuestro lado conmemora a San Miguel, el ángel que derrotó a Satanás.

Con más calma, Mariana nos devuelve a las cuadriculadas calles de Puebla para dirigirnos a través de la 3 Oriente hasta el lugar que ha elegido para disfrutar de la calma de un café acompañado de alguna delicia típica de la maravillosa gastronomía poblana. Si la cocina de México es mundialmente famosa, lo que se ha hecho en Puebla a lo largo de su historia gastronómica debería alcanzar carácter universal. Parafraseando a nuestra amiga, los poblanos son creadores de los chiles en nogada, el mole poblano y los dulces típicos como macarrones, camotes y tortitas de Santa Clara todos ellos Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es muy difícil conocer una cocina capaz de superar el sazón poblano. Poco queda por añadir.
Imaginando aún los sabores de México, nuestras miradas se desvían hacia toda la decoración dispuesta en forma de cañones y multitud de banderas del país en algunas calles de la ciudad. Percatándose, Mariana nos devuelve a la memoria una de las razones principales de nuestra visita. Cada 5 de mayo, Puebla celebra la victoria de los mexicanos en la batalla contra el ejército francés en 1862. Durante aquellos sucesos bélicos, los poblanos lucharon por defender su territorio ante la invasión francesa capitaneados por Ignacio Zaragoza que consiguió que un ejército de ciudadanos armados con palos y cuchillos triunfara frente a los fusiles franceses. Tras hacerlo y al terminar la batalla, el general Zaragoza envió al presidente Benito Juárez una frase grabada en la memoria de todos los poblanos: "las armas nacionales se han cubierto de gloria". El nombre oficial de la ciudad, Heroica Puebla de Zaragoza, por fin cobra todo su sentido gracias a nuestra amiga.
Continuando nuestra ruta el camino se embellece aún más en una hermosa calle repleta de gente, colores, flores y aroma a madera cortada y churro recién hecho. En esta zona los edificios virreinales de bellos portones y balcones de madera y decoraciones con la típica cerámica talavera (heredera de la de Talavera de la Reina en España) ofrecen una preciosa estampa de la ciudad y su suelo empedrado. Caminamos rodeados de establecimientos de artesanías y antigüedades en todo un mundo de ángeles dorados, colgantes de piedras preciosas, calaveras de colores y demás objetos curiosos que culmina en la famosa Plazuela de los Sapos, el Mercado de Antigüedades que los fines de semana sorprende a todos los visitantes. Mariana detiene entonces nuestros pasos al llegar a una esquina con ventanales de los que cuelgan macetas rosas con pequeñas flores, uno de los miles de detalles inesperados en esta zona. Allí, la reja entreabierta del Café Milagros nos espera en la penumbra del color azul pavo de sus paredes.
Imaginando aún los sabores de México, nuestras miradas se desvían hacia toda la decoración dispuesta en forma de cañones y multitud de banderas del país en algunas calles de la ciudad. Percatándose, Mariana nos devuelve a la memoria una de las razones principales de nuestra visita. Cada 5 de mayo, Puebla celebra la victoria de los mexicanos en la batalla contra el ejército francés en 1862. Durante aquellos sucesos bélicos, los poblanos lucharon por defender su territorio ante la invasión francesa capitaneados por Ignacio Zaragoza que consiguió que un ejército de ciudadanos armados con palos y cuchillos triunfara frente a los fusiles franceses. Tras hacerlo y al terminar la batalla, el general Zaragoza envió al presidente Benito Juárez una frase grabada en la memoria de todos los poblanos: "las armas nacionales se han cubierto de gloria". El nombre oficial de la ciudad, Heroica Puebla de Zaragoza, por fin cobra todo su sentido gracias a nuestra amiga.
Continuando nuestra ruta el camino se embellece aún más en una hermosa calle repleta de gente, colores, flores y aroma a madera cortada y churro recién hecho. En esta zona los edificios virreinales de bellos portones y balcones de madera y decoraciones con la típica cerámica talavera (heredera de la de Talavera de la Reina en España) ofrecen una preciosa estampa de la ciudad y su suelo empedrado. Caminamos rodeados de establecimientos de artesanías y antigüedades en todo un mundo de ángeles dorados, colgantes de piedras preciosas, calaveras de colores y demás objetos curiosos que culmina en la famosa Plazuela de los Sapos, el Mercado de Antigüedades que los fines de semana sorprende a todos los visitantes. Mariana detiene entonces nuestros pasos al llegar a una esquina con ventanales de los que cuelgan macetas rosas con pequeñas flores, uno de los miles de detalles inesperados en esta zona. Allí, la reja entreabierta del Café Milagros nos espera en la penumbra del color azul pavo de sus paredes.
Dentro del Café es el propio México el que se apodera del ambiente, del lugar y de todos nosotros. Las sillas y mesas son de colores vivos, el papel picado cubre el techo, en los estantes no caben más tequilas y mezcales y las paredes están adornadas con catrinas y calaveras que hablan de esa característica tan mexicana de encarar a la muerte, a la pelona, la que se ríe de todos nosotros desde los oscuros huecos que tiene por ojos. Frente a ella, el Viva la Vida de Frida Kahlo y sus frutas, monos y belleza de tehuana nos devuelven a la realidad en un folkórico carpe diem. El México añejo de los contrastes en las mismas entrañas de la Puebla de los sabores y el color.
Entre la enorme variedad de dulces poblanos, las tortitas de Santa Clara son las elegidas para acompañar el café con leche de Mariana y nuestros espresso y capuccino. Rodeados de calaveras y frases de mexicanos célebres, nuestra amiga nos explica que las tortitas surgieron a partir de la mezcla culinaria producida cuando los indígenas mezclaron sus propios ingredientes con las recetas de los pueblos colonizadores, éstas en concreto en el convento de Santa Clara donde una monja en busca de nuevos sabores mezcló el dulce de pepita con algunas galletas. Estas historias son comunes en la cultura popular de Puebla debido al gran número de conventos e iglesias repartidos por la ciudad (más de 70 en el Centro Histórico), destacando entre todas ellas la Iglesia de Santo Domingo por albergar la famosa Capilla del Rosario, una impresionante obra barroca del S. XVII también conocida como La Casa de Oro. La Iglesia se encuentra, de hecho, en la Calle 5 de mayo, la que conmemora el evento que estos días se vive en la ciudad. Este hecho es todo un acontecimiento cívico y las tiendas y comercios permanecen cerrados durante todo el día para que los ciudadanos puedan asistir al Desfile del 5 mayo. Como será nuestra primera vez, Mariana nos recomienda acudir directamente a la zona final donde el gobernador de Puebla clausura el desfile y hacerlo temprano ya que se trata de un acontecimiento multitudinario, se calcula que aproximadamente participan en él unas 6.000 personas. El desfile comienza a las 10 de la mañana en esta calle, 5 de mayo, conmemorativa y en pleno corazón de la ciudad y se extiende hasta los Fuertes de Loreto y Guadalupe, lugar de la victoria de Puebla. En el desfile participan niños, mujeres y hombres que se preparan durante todo el año para el evento. Repartidos entre ellos, distintos carros o carrozas alusivos a costumbres poblanas y a la batalla del 5 de mayo.
Entre la enorme variedad de dulces poblanos, las tortitas de Santa Clara son las elegidas para acompañar el café con leche de Mariana y nuestros espresso y capuccino. Rodeados de calaveras y frases de mexicanos célebres, nuestra amiga nos explica que las tortitas surgieron a partir de la mezcla culinaria producida cuando los indígenas mezclaron sus propios ingredientes con las recetas de los pueblos colonizadores, éstas en concreto en el convento de Santa Clara donde una monja en busca de nuevos sabores mezcló el dulce de pepita con algunas galletas. Estas historias son comunes en la cultura popular de Puebla debido al gran número de conventos e iglesias repartidos por la ciudad (más de 70 en el Centro Histórico), destacando entre todas ellas la Iglesia de Santo Domingo por albergar la famosa Capilla del Rosario, una impresionante obra barroca del S. XVII también conocida como La Casa de Oro. La Iglesia se encuentra, de hecho, en la Calle 5 de mayo, la que conmemora el evento que estos días se vive en la ciudad. Este hecho es todo un acontecimiento cívico y las tiendas y comercios permanecen cerrados durante todo el día para que los ciudadanos puedan asistir al Desfile del 5 mayo. Como será nuestra primera vez, Mariana nos recomienda acudir directamente a la zona final donde el gobernador de Puebla clausura el desfile y hacerlo temprano ya que se trata de un acontecimiento multitudinario, se calcula que aproximadamente participan en él unas 6.000 personas. El desfile comienza a las 10 de la mañana en esta calle, 5 de mayo, conmemorativa y en pleno corazón de la ciudad y se extiende hasta los Fuertes de Loreto y Guadalupe, lugar de la victoria de Puebla. En el desfile participan niños, mujeres y hombres que se preparan durante todo el año para el evento. Repartidos entre ellos, distintos carros o carrozas alusivos a costumbres poblanas y a la batalla del 5 de mayo.
Los vasos ya están vacíos y en una sobremesa que desearíamos eterna, Mariana piensa en voz alta para regalarnos algunos lugares a visitar en la bonita ciudad de Puebla entre desfile y mole. El Centro Histórico, también Patrimonio de la Humanidad, en el que nos encontramos y del que hemos venido hablando en nuestra cita ofrece una lista interminable de atractivos difícil de acabar en una sola visita. Cerca del Milagros está la cantina La Pasita, lugar donde probar el delicioso licor tradicional que se toma con una pasa y un pedazo de queso blanco; en el Centro está el Parián, el curioso mercado de artesanías y textiles donde perderse un largo rato; no muy lejos, el Barrio del Artista sorprende con su paseo formado por pequeños habitáculos de ladrillo y talavera brillante que refleja las obras que los pintores realizan a pie de calle; para los curiosos, la Casa del Alfeñique y su decoración y ornamentación blanca parece estar hecha con azúcar; cerca del Zócalo, el Museo Amparo ofrece exposiciones interesantes y una terraza de preciosas vistas a las calles aledañas y las torres de la Catedral, aunque para vistas el Cerro de la Paz con la Iglesia del Cielo también son recomendables; a unas calles, el Templo de la Compañía guarda la llamada Tumba de la China Poblana con los restos de la india a partir de la que según la leyenda surgió el traje tradicional de las poblanas; para los más golosos, como Mariana sabe que somos, la Calle de los Dulces ofrece la amplísima variedad de dulces de Puebla, y para los amantes de la cultura, la maravillosa Biblioteca Palafoxiana fundada en 1646 mantiene su peculiar encanto entre madera vieja y libros históricos que guarda cuidadosamente. Una visita más permitiría seguir visitando las numerosas iglesias y monumentos del Centro y los enclaves de las afueras de la ciudad: el Pueblo Mágico de Cholula, su Gran Pirámide enterrada en el monte y sus iglesias construidas por indígenas con curiosas historias por descubrir, por ejemplo la manera en que engañaban a los colonizadores colocando a sus propios dioses detrás de las imágenes católicas para poder seguir rindiéndoles culto. Puebla y sus múltiples caras.
Al salir del Café Milagros las nubes han cubierto el cielo azul talavera de la ciudad, aunque la agradable temperatura sigue invitando a perderse entre callejuelas de colores y mercados de figuras de madera. Los últimos paseantes apuran sus pasos en el Centro buscando ya el camino de vuelta a casa para culminar los preparativos finales del 5 de mayo y las tiendas y comercios cierran sus puertas para sumarse a la celebración. En pocas horas Puebla volverá a convertirse en el epicentro de un acontecimiento nacional en el que México volverá airear con orgullo el verde esperanza, blanco de la unidad del país y rojo de la sangre de los héroes nacionales que forman su bandera. Mariana ya nos ha preparado para vivirlo pero antes de que comience no podemos evitar seguir recorriendo las calles para entregarnos a al tequila y reír del pasado brindando por el futuro. Mientras la noche se va apoderando lentamente de Puebla, nos confundimos poco a poco con los colores de las calles iluminados por el amarillo de las farolas para acabar siendo un elemento más del ambiente legendario de una ciudad cuya magia colonial entra por los ojos y conquista el corazón.
Al salir del Café Milagros las nubes han cubierto el cielo azul talavera de la ciudad, aunque la agradable temperatura sigue invitando a perderse entre callejuelas de colores y mercados de figuras de madera. Los últimos paseantes apuran sus pasos en el Centro buscando ya el camino de vuelta a casa para culminar los preparativos finales del 5 de mayo y las tiendas y comercios cierran sus puertas para sumarse a la celebración. En pocas horas Puebla volverá a convertirse en el epicentro de un acontecimiento nacional en el que México volverá airear con orgullo el verde esperanza, blanco de la unidad del país y rojo de la sangre de los héroes nacionales que forman su bandera. Mariana ya nos ha preparado para vivirlo pero antes de que comience no podemos evitar seguir recorriendo las calles para entregarnos a al tequila y reír del pasado brindando por el futuro. Mientras la noche se va apoderando lentamente de Puebla, nos confundimos poco a poco con los colores de las calles iluminados por el amarillo de las farolas para acabar siendo un elemento más del ambiente legendario de una ciudad cuya magia colonial entra por los ojos y conquista el corazón.
Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino.
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