
Caminar por Padua significa perderse en el legado artístico y cultural de una importante ciudad italiana, llegar hasta las entrañas de los conocimientos que algún día fueron pioneros en la Historia de la Humanidad y de aquellos que consiguieron que la nueva sabiduría que a priori parecía saltarse unas normas hasta entonces irrompibles sentara las bases del mundo moderno.
La Via Roma, empedrada y repleta de comercios y vida, nos lleva con sus edificios de corte clásico hasta el Palacio de Bo, muy cerca de nuestro destino...
Pero si hay algo, a parte de la Universidad, por lo que Padua es conocida internacionalmente es también gracias a la devoción de la ciudad a San Antonio de Padua que, aunque nacido en Portugal, murió y fue sepultado en esta ciudad. La Basílica de San Antonio de Padua se construyó entre 1238 y 1310 y en su interior existen varias obras de Donatello: el monumento ecuestre y las estatuas del altar mayor. En la ciudad, curiosamente, casi nunca se dice su nombre y simplemente se le conoce como 'el Santo'.
Con el sabor de los tramezzini aún en los labios, nuestro amigo Alberto nos deja a las puertas del Caffe Pedrocchi y se despide con prisa para continuar con su día mientras suena la melódica sintonía de un acordeonista. Allí, parados en la Piazzeta Cappellato Pedrocchi y sumergidos en la hermosa arquitectura de Padua acompasada por las notas del acordeón, nuestras miradas se pierden recordando anécdotas y aventuras del cuaderno de viajes del que estamos a punto de rellenar una página más.
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