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Un café (recordando a Livingstone) en Lusaka... con Sekwila Mumba

2/28/2015

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Luis LÓPEZ GALÁN
Se respira un aire tomado en esta mañana de finales de febrero en Lusaka; la brisa es arenosa al toparse con nuestras mejillas y es también caliente, agradable. Quizá estos adjetivos forman toda una paradoja al hablar de Zambia geográficamente: si situación en el continente africano podría identificarse justo debajo de su corazón, formando unos pulmones robustos de siglos de leyendas, contiendas y tribus. Lusaka se abre a la mañana dejando que la luz del sol se refleje en los cristales de los grandes edificios diseminados por la ciudad. En ellos nos miramos también. Entre el cielo azul y la arena cobriza, Zambia también nos abre sus brazos.
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Lusaka es una ciudad relativamente tranquila, de vida relajada, a pesar de su extensión. Se encuentra dividida en dos por una avenida repleta de árboles que va de norte a sur: Cairo Road. A ambos lados de esta gran arteria se suceden los contrastes del país, que van desde la gran zona residencial acomodada, de embajadas, edificios gubernamentales y templos de todas las religiones existentes hasta la Lusaka más real, al oeste, con sus ruidos, sus sonrisas humildes, sus olores y su miseria. A este lado se encuentra también el City Market, dentro de un edificio con techos de cristal y paredes descoloridas donde se puede encontrar absolutamente de todo. Sin embargo, según los locales que se nos acercan nada más poner un pie en Cairo Road, las mejores y más bonitas artesanías (probablemente creadas especialmente para turistas) se encuentran en el denominado Kabwata Culture Village, un pequeño lugar de artesanos de Zambia. En nuestra llegada a la ciudad no hemos pasado por allí, pero podemos imaginarnos lo que podremos encontrar: figuras de madera tallada en forma de mujeres voluptuosas, máscaras tribales con cuernos u ojos almendrados, jirafas de cuello largo o vistosas y coloridas camisas de estilo africano. Todo a precios asequibles para nuestros bolsillos occidentales, o al menos a precios negociables.

Dejando atrás los edificios más modernos de Cairo Road, nos adentramos en la ciudad para llegar a lo que parece una pequeña y coqueta casita de fachada blanca con algunos azulejos de colores. Cerca de la puerta, nuestra amiga Sekwila sonríe al vernos y levanta su mano para saludar con ímpetu. Se alegra de vernos y, probablemente, de no tener que esperar más. Los minutos en Lusaka se nos han venido encima. La casa es en realidad un restaurante llamado Twapandula, un nombre que nos gusta por su musicalidad pero que probablemente no podremos recordar después de un par de horas. Sekwila Mumba es en sí misma, y a pesar de sus pantalones tejanos, una hermosa representación de la Zambia colorida y alegre, del sentir relajado del interior de África. Y así lo demostró cuando, en el año 2009, se convirtió en Miss Zambia, participando también en el concurso Miss Universo representando al país. Este tipo de certámenes desaparecieron de nuestras vidas europeas hace décadas, pero en este punto del mundo todavía significan tienen un enorme peso social, convirtiéndose la elegida en una suerte de embajadora del país en el mundo, alguien que durante un año tiene en sus manos el poder de dar voz a sus compatriotas más humildes. No sabemos si lo consiguen o no, pero esta vez decidimos quedarnos con el aspecto positivo.
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Cairo Road by panoramio
Es media mañana y dentro del restaurante Twapandula algunas personas comienzan a servirse su almuerzo. El buffet es esencial en esta zona de África y prácticamente en todo el continente, y este lugar cumple la tradición. Entre los platos locales, Zambian cuisine, hay pollo y ternera con mucho arroz, verduras y frutas. Después de servirnos un poco de todo siguiendo las explicaciones de Sekwila, nuestra amiga ordena tres cervezas Katata, bebida fuerte y local. Nuestra amiga ha decidido que hoy no tomaremos café.

A pesar de que para muchos viajeros Lusaka es más bien una ciudad de paso, el punto de partida para otros atractivos del país, Sekwila enumera sus puntos imprescindibles: la Catedral Anglicana con sus hermosas vidrieras, los mercados, paseos por las zonas modernas de edificios de cristal, el Museo Nacional o los parques situados a las afueras de la ciudad, como Chaminuka Game Reserve, Parque Nacional Lower Zambezi, Kalimba Reptile Park con miles de cocodrilos o el famoso Munda Wanga Enviromental Park, un híbrido entre Jardín Botánico y Parque Nacional. 

Sin embargo, es otro lugar el que sale de los labios carnosos de Sekwila para hacer volar nuestra imaginación hacia el sur; un lugar que evoca leyendas por sí mismo. Las Cataratas Victoria se dibujan en la sonrisa de nuestra amiga y en nuestra mente, además de la espectacular imagen de las lenguas de agua dejándose caer al vacío, aparece el nombre propio de la exploración del continente africano, un ídolo viajero, casi un icono de lucha y supervivencia: Livingstone.
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Cataratas Victoria por jurvetson en flickr
Cuando David Livingstone sale a relucir en alguna conversación, África parece obedecer a su magia centenaria. La memoria del médico inglés que llegó al sur de África en 1841 sigue viva. Cuando pisó suelo africano por primera vez, Livingstone no sabía que su cargo como ministro de la Sociedad Misionera de Londres no era más que la misma entrada a su destino. Tras ocho años ejerciendo la actividad misionera, el británico comenzó a explorar el continente hasta que, en 1855, se topó con las cascadas del río Zimbaze, las mismas a las que las tribus locales denominaban el humo que truena y a las que Livingstone renombró como Cataratas Victoria en honor a la Reina del Reino Unido. En aquel entonces, el médico ya sufría una enfermedad incurable; y es que no existe remedio para el amor: Livingstone ya se había enamorado de África. De África y su gente; de sus paisajes y sus colores. Sus viajes a Inglaterra se convirtieron entonces en meras visitas de cortesía; su hogar estaba ahora mucho más lejos.

Nuestra conversación con Sekwila continúa el rumbo de los exploradores y esta vez es ella la que nombra a Stanley. Livingstone y Stanley son, probablemente, los mzungus u hombres blancos más emblemáticos para los pueblos de esta parte de África. En una de sus visitas a Reino Unido, la Royal Geographical Society encargó a Livingstone la tarea de encontrar las fuentes del legendario río Nilo. Si bien hoy sabemos que el río comienza en el Lago Victoria, en Uganda, en su día el desconocimiento del lugar de nacimiento del Nilo ocasionó múltiples disputas internacionales. Durante aquella búsqueda, Inglaterra perdió la pista de Livingstone durante años; nadie sabía dónde se encontraba. ¿Cómo sobrevivió? Seguramente gracias a que para entonces, el médico inglés era ya una celebridad entre las tribus africanas, en parte debido a su lucha contra la esclavitud. Sin embargo, un momento de declive en el que se encontró a orillas del lago Tanganica, en Tanzania, coincidió con la decisión del periódico New York Herald de enviar en busca de Livingstone al periodista Henry Stanley. Puede que en cualquier otra ocasión, Livingstone hubiera huido ante la posibilidad de saberse descubierto por otro occidental en su amada tierra; aquella vez, sin embargo, las fuerzas le flaqueaban tanto que vio en la llegada de Stanley una suerte de salvación. Cuando el periodista lo encontró al fin, se produjo el histórico momento en el que, probablemente intentando ponerse a la altura del ya reconocido gran explorador, Stanley pronunció la frase: "Doctor Livingstone, supongo" (Doctor Livingstone, I presume?). En aquel pueblo tanzano a orillas del Tanganica, Ujiji, todavía se recuerda con un pequeño museo el encuentro de estos dos grandes hombres que terminaron explorando aquel lago y haciéndose grandes amigos. Cuando Stanley se marchó para convertirse en un reputado periodista y escritor de fama internacional gracias a su encuentro con Livingstone, el médico inglés continuó su búsqueda de las fuentes del Nilo, que lo llevaron hasta Rhodesia del Norte, actual Zambia. Desafortunadamente, Livingstone perdió el rumbo de su barco en el lago Bangweulu y cayó enfermo, aquejado de malaria y de una hemorragia interna. Fue trasladado hasta el poblado de Chitambo, a unas cuatro horas de Lusaka, pero nada se pudo hacer por salvar su vida. El 1 de mayo de 1873, Livingstone fallecía en Zambia dejando huérfanas a varias generaciones de africanos que lo seguían y admiraban. Su cuerpo fue trasladado a Inglaterra y enterrado con honores en la londinense Abadía de Westminster. Su corazón, sin embargo, fue enterrado en Chitambo ya que, como dijeron sus seguidores, su corazón pertenecía a África.
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Memorial de Livingstone en Chitambo por nsoberoute en wordpress
Las historias de exploradores siguen resonando en nuestra memoria cuando salimos del restaurante. Sekwila nos acompañará al mercado de artesanías; también debe uno sentirse turista de vez en cuando. 

La calle huele a alguna especia fuerte de aroma y a árboles en flor. Al cruzarla, una sombra atraviesa nuestro camino. Parece un anciano de barba blanca y traje verde oscuro; el mismo Livingstone paseando por su amada África. Puede que el calor nos haya jugado una mala pasada. O puede que no. En África casi todo es posible.
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Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino.



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