Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
En el s. XVII, la joven Molly Malone entonaba aquello de cockles and mussels alive, alive, oh mientras vendía mejillones y berberechos vivos empujando su carro por la zona portuaria del viejo Dublín. Según las malas lenguas la hermosa pescadera paseaba también de noche, aunque para otros menesteres. Si bien Molly es en realidad una canción que llegó a convertirse en el himno no oficial de Irlanda y no hay constancia alguna de que existiera de verdad, lo cierto es que la leyenda de la tendera es una de las más reconocidas del país y su escultura presidiendo la céntrica calle Grafton de Dublín nos da hoy una feliz bienvenida a la ciudad del verdor infinito. Curioseando alrededor de la estatua descubrimos a nuestro amigo Pól Ó Conghaile volteando su rostro para observar detenidamente la figura de Molly. Pól es el flamante ganador del premio al mejor escritor de viajes del año en Irlanda en tres ocasiones y autor de la guía de viaje "Secret Dublin", mejor libro de viajes de Irlanda del 2013 y perteneciente a la colección Insólita y Secreta de la Editorial Jonglez. Con semejante currículum, Molly y todos los secretos de la capital del país no son más que un libro abierto para nuestro compañero de aventuras, que nos espera envuelto en el misterio y las leyendas de Irlanda.
El cálido saludo de Pól contrasta con el húmedo clima que hemos encontrado hoy en la ciudad y su formalidad estrechando nuestra mano con fuerza confirma las maneras de caballero irlandés que se adivinan nada más verlo. Decir que Pól es un viajero curioso puede que se quede corto para describir a alguien cuya pasión se desborda al narrar los lugares que descubre y lo que siente cada vez que viaja. Sus textos en publicaciones como National Geographic Traveller y The Irish Examiner lo confirman. Caminar con él por las calles de Dublín es un verdadero lujo y un inmenso placer.
A pesar de la humedad el sol brilla en los edificios que nos rodean y que conforman una de las zonas más bonitas de la ciudad. Caminando unos cuantos pasos siguiendo el buen criterio de Pól y dejando atrás la espalda de Molly Malone, el edificio del Banco de Irlanda con su planta en forma de semicírculo repleta de columnas clásicas parece indicarnos la entrada al famoso Trinity College de Dublín. Aunque para Pól los lugares pequeños, recónditos y escondidos en las callejuelas de Dublín son los más inspiradores y los que de hecho le llevaron a escribir "Secret Dublin", la Universidad de Dublín y todo su esplendor cultural merecen definitivamente una visita. El Trinity College fue fundado por Isabel I de Inglaterra en el año 1592 y mantiene su carácter estudiantil a pesar de situarse en pleno centro de la ciudad gracias su construcción, con todos sus edificios mirando hacia los patios interiores. La universidad alberga la 'Vieja Biblioteca', donde se custodia un tesoro cultural que constituye uno de las visitas obligadas probablemente de todo el país: el famosoLibro de Kells, expuesto en la biblioteca permanentemente. Según los expertos, este documento realizado hacia el año 800 por monjes celtas es el manuscrito mejor conservado del arte religioso medieval y sus acabados y ricas técnicas e ilustraciones lucen aún en todo su esplendor. Los bellos edificios del Trinity College, sus estatuas y sus campos verdes constituyen un agradable paseo alejado del bullicio de la capital.
Abandonamos los patios del Trinity College y caminamos tras los pasos de Pól siguiendo una algarabía cada vez más notable. Al doblar una esquina, riadas de gente, coches y autobuses amarillos nos reciben frente al famoso río Liffey atravesado por el Puente O'Connel que culmina en la calle del mismo nombre. Se trata de la calle comercial y la principal arteria de Dublín, el epicentro del ocio y las compras en la capital. Desde el punto en el que nos encontramos se puede apreciar la estatua del líder nacionalista Daniel O'Connel y al fondo el popular monumento Spire o 'Monumento de la Luz', un larguísimo cono de acero que se va estrechando hasta su punta intentando rozar las pocas nubes que hoy vuelan por el cielo. Sus 120 metros de altura lo convierten en el monumento más alto del mundo. Pero como Pól no es precisamente amante de lo populoso y lo comercial, sus pasos giran inmediatamente a la izquierda para bordear el río y cruzarlo a través del puente Grattan. Alrededor de este puente se desarrolla también la conocida zona de Temple Bar, el pub irlandés por excelencia que tomó el nombre del barrio para hacerse mundialmente famoso (¿o fue el barrio el que tomó el nombre del pub? Uno de esos secretos de Dublín...). Sin embargo, tampoco es esta zona la elegida por nuestro amigo, con el que cruzamos el puente para entrar de lleno en Capel Street.
A pesar de la humedad el sol brilla en los edificios que nos rodean y que conforman una de las zonas más bonitas de la ciudad. Caminando unos cuantos pasos siguiendo el buen criterio de Pól y dejando atrás la espalda de Molly Malone, el edificio del Banco de Irlanda con su planta en forma de semicírculo repleta de columnas clásicas parece indicarnos la entrada al famoso Trinity College de Dublín. Aunque para Pól los lugares pequeños, recónditos y escondidos en las callejuelas de Dublín son los más inspiradores y los que de hecho le llevaron a escribir "Secret Dublin", la Universidad de Dublín y todo su esplendor cultural merecen definitivamente una visita. El Trinity College fue fundado por Isabel I de Inglaterra en el año 1592 y mantiene su carácter estudiantil a pesar de situarse en pleno centro de la ciudad gracias su construcción, con todos sus edificios mirando hacia los patios interiores. La universidad alberga la 'Vieja Biblioteca', donde se custodia un tesoro cultural que constituye uno de las visitas obligadas probablemente de todo el país: el famosoLibro de Kells, expuesto en la biblioteca permanentemente. Según los expertos, este documento realizado hacia el año 800 por monjes celtas es el manuscrito mejor conservado del arte religioso medieval y sus acabados y ricas técnicas e ilustraciones lucen aún en todo su esplendor. Los bellos edificios del Trinity College, sus estatuas y sus campos verdes constituyen un agradable paseo alejado del bullicio de la capital.
Abandonamos los patios del Trinity College y caminamos tras los pasos de Pól siguiendo una algarabía cada vez más notable. Al doblar una esquina, riadas de gente, coches y autobuses amarillos nos reciben frente al famoso río Liffey atravesado por el Puente O'Connel que culmina en la calle del mismo nombre. Se trata de la calle comercial y la principal arteria de Dublín, el epicentro del ocio y las compras en la capital. Desde el punto en el que nos encontramos se puede apreciar la estatua del líder nacionalista Daniel O'Connel y al fondo el popular monumento Spire o 'Monumento de la Luz', un larguísimo cono de acero que se va estrechando hasta su punta intentando rozar las pocas nubes que hoy vuelan por el cielo. Sus 120 metros de altura lo convierten en el monumento más alto del mundo. Pero como Pól no es precisamente amante de lo populoso y lo comercial, sus pasos giran inmediatamente a la izquierda para bordear el río y cruzarlo a través del puente Grattan. Alrededor de este puente se desarrolla también la conocida zona de Temple Bar, el pub irlandés por excelencia que tomó el nombre del barrio para hacerse mundialmente famoso (¿o fue el barrio el que tomó el nombre del pub? Uno de esos secretos de Dublín...). Sin embargo, tampoco es esta zona la elegida por nuestro amigo, con el que cruzamos el puente para entrar de lleno en Capel Street.
Al llegar finalmente al otro lado del puente, Pól detiene sus pasos sin previo aviso y estira sus brazos indicando que debemos parar. Perplejos, observamos cómo nuestro amigo se lleva el dedo índice de la mano derecha a los labios haciendo una señal para que permanezcamos en silencio. Tras unos segundos, nos mira fijamente para explicarnos que un pequeño leprechaun ha pasado veloz a nuestro lado sin que nos hayamos dado cuenta. Antes de que empecemos a preguntarnos si en su excentricidad nuestro amigo se ha vuelto completamente loco, Pól se deshace en carcajadas. Los leprechauns son unos pequeños y traviesos duendes que adoptan la forma de un anciano vestido de verde y que forman parte de las leyendas y la mitología tradicional irlandesa. Muy cerca de Capel Street se encuentra el Museo Nacional del Leprechaun y nuestro amigo ha decidido explicarnos la cercanía del lugar gastándonos una broma.
Al avanzar unos cuantos pasos desde el puente Pól abre la puerta del café Hubber Brother, un sencillo e inesperado local alejado de la típica decoración de pub irlandés. Las mesas de madera clara y las paredes grises completamente lisas invitan a la calma y la tranquilidad alrededor de los capuccinos que una agradable señorita nos sirve sonriendo. Si bien es grato disfrutar del sabor del café en un clima como el irlandés, es de todos sabidos que la bebida tradicional del país es la conocida cerveza negra de Guinness. Elaborada desde 1759 por Arthur Guinness, esta marca de cerveza ha conseguido unirse al alma de toda la nación irlandesa representándola y convirtiéndose en su icono por todo el mundo. En la ciudad es posible además conocer toda su historia gracias al museo de la marca conocido como Guinness Storehouse. Esta cerveza se une tradicionalmente además a la famosa celebración del Día de San Patricio cada 17 de marzo, probablemente uno de los días más importante del año en todo el país y fecha en la que se conmemora el fallecimiento del patrón de Irlanda. Ese día todos los ciudadanos visten de verde, celebran con Guinness y hasta tiñen el río Liffey, el que acabamos de cruzar, del color de la naturaleza predominante en todos los rincones. Al otro lado del Liffey se levanta la Catedral de San Patricio, en su honor, rodeada como no podía ser de otra forma del verdísimo Parque de San Patricio. ¿Sabías que en este parque el famoso Santo cantaba salmos durante toda la noche... desnudo? Nosotros tampoco, hasta ahora. El pozo donde lo hacía se conserva actualmente dentro de la catedral, aunque según nos comenta Pól no hay señal alguna que recuerde su falta de ropa.
Al avanzar unos cuantos pasos desde el puente Pól abre la puerta del café Hubber Brother, un sencillo e inesperado local alejado de la típica decoración de pub irlandés. Las mesas de madera clara y las paredes grises completamente lisas invitan a la calma y la tranquilidad alrededor de los capuccinos que una agradable señorita nos sirve sonriendo. Si bien es grato disfrutar del sabor del café en un clima como el irlandés, es de todos sabidos que la bebida tradicional del país es la conocida cerveza negra de Guinness. Elaborada desde 1759 por Arthur Guinness, esta marca de cerveza ha conseguido unirse al alma de toda la nación irlandesa representándola y convirtiéndose en su icono por todo el mundo. En la ciudad es posible además conocer toda su historia gracias al museo de la marca conocido como Guinness Storehouse. Esta cerveza se une tradicionalmente además a la famosa celebración del Día de San Patricio cada 17 de marzo, probablemente uno de los días más importante del año en todo el país y fecha en la que se conmemora el fallecimiento del patrón de Irlanda. Ese día todos los ciudadanos visten de verde, celebran con Guinness y hasta tiñen el río Liffey, el que acabamos de cruzar, del color de la naturaleza predominante en todos los rincones. Al otro lado del Liffey se levanta la Catedral de San Patricio, en su honor, rodeada como no podía ser de otra forma del verdísimo Parque de San Patricio. ¿Sabías que en este parque el famoso Santo cantaba salmos durante toda la noche... desnudo? Nosotros tampoco, hasta ahora. El pozo donde lo hacía se conserva actualmente dentro de la catedral, aunque según nos comenta Pól no hay señal alguna que recuerde su falta de ropa.
Aunque a nuestro amigo le apasiona perderse por las calles de Dublín en busca de rincones ocultos, siendo escritor no puede dejar de animarnos a conocer la Casa-Museo de Oscar Wilde, el célebre poeta y dramaturgo irlandés muy celebrado en la capital con este museo a pocas calles de la estatua de Molly Malone. Más al norte se encuentra el Museo de los Escritores, erigido para celebrar la literatura irlandesa en su totalidad con espacios dedicados a James Joyce y Bernard Shaw entre otros. Y en la misma zona que la Casa de Oscar Wilde se ubican también la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico y el Museo Nacional de Irlanda. Sin embargo y dada la admiración de Pól por el encanto oculto de los lugares más recónditos y secretos, para nuestro amigo este último Museo Nacional y todas sus enormes salas y visibles tesoros no son nada en comparación con el Pequeño Museo de Dublín que por el contrario sólo tiene dos habitaciones pero, en sus palabras, "¡qué habitaciones! todo en este museo es pequeño, perfectamente ordenado y cuenta una maravillosa historia".
Se hace tarde y Pól comienza a recibir llamadas casi sin parar. Su agenda de hombre ocupado no permite tantas distracciones en un mismo día. La chica sonriente que nos sirvió los cafés nos despide ahora agitando su mano y la humedad de la ciudad vuelve a impregnarse en nuestras mejillas al abrir la puerta del local y salir de nuevo a la calle. Dublín conserva el encanto de la intimidad, algo esencial para describir la ciudad según nuestro amigo. Puede que otras grandes capitales como Londres o Nueva York hayan perdido ese carácter íntimo y familiar de cruzarse cada día con esos mismos rostros familiares, los conocidos de toda la vida. De hecho, en nuestro paseo han sido más de un par las ocasiones en que Pól ha coincidido con algún amigo o conocido. Por esto la capital sigue manteniendo un carácter cercano que arropa y acoge a todo el que como nosotros intenta sumergirse en el verde de sus parques y la algarabía de sus calles principales.
Miles de nuevos secretos y lugares insólitos esperan a Pól Ó Conghaile en las esquinas de Dublín y nuestro amigo frena en seco para volver a hacer uso de sus maneras caballerescas agradeciéndonos la visita a su bella ciudad. Nuestra gratitud es igual de inmensa al despedirnos de un hombre tan importante que nos ha guiado a través de una de las capitales más especiales de Europa. Entre los edificios de ladrillos grises y tejados negros y bajo un precioso cielo azul, Pól se pierde entre el gentío en busca de algún leprechaun oculto. Allí, bajo un agradable sol de verano y con la magia de Dublín desplegada ante nuestros ojos nos percatamos una vez más de que en la vida uno tiene que ser curioso para no dejar atrás un secreto inesperado.
Se hace tarde y Pól comienza a recibir llamadas casi sin parar. Su agenda de hombre ocupado no permite tantas distracciones en un mismo día. La chica sonriente que nos sirvió los cafés nos despide ahora agitando su mano y la humedad de la ciudad vuelve a impregnarse en nuestras mejillas al abrir la puerta del local y salir de nuevo a la calle. Dublín conserva el encanto de la intimidad, algo esencial para describir la ciudad según nuestro amigo. Puede que otras grandes capitales como Londres o Nueva York hayan perdido ese carácter íntimo y familiar de cruzarse cada día con esos mismos rostros familiares, los conocidos de toda la vida. De hecho, en nuestro paseo han sido más de un par las ocasiones en que Pól ha coincidido con algún amigo o conocido. Por esto la capital sigue manteniendo un carácter cercano que arropa y acoge a todo el que como nosotros intenta sumergirse en el verde de sus parques y la algarabía de sus calles principales.
Miles de nuevos secretos y lugares insólitos esperan a Pól Ó Conghaile en las esquinas de Dublín y nuestro amigo frena en seco para volver a hacer uso de sus maneras caballerescas agradeciéndonos la visita a su bella ciudad. Nuestra gratitud es igual de inmensa al despedirnos de un hombre tan importante que nos ha guiado a través de una de las capitales más especiales de Europa. Entre los edificios de ladrillos grises y tejados negros y bajo un precioso cielo azul, Pól se pierde entre el gentío en busca de algún leprechaun oculto. Allí, bajo un agradable sol de verano y con la magia de Dublín desplegada ante nuestros ojos nos percatamos una vez más de que en la vida uno tiene que ser curioso para no dejar atrás un secreto inesperado.
Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino.
Agradecimientos: Pól Ó Conghaile por su tiempo y dedicación a nosotros.
Si quieres seguir los viajes y aventuras de Pól puedes hacerlo a través de su página web, Twitter o Facebook.
Agradecimientos: Pól Ó Conghaile por su tiempo y dedicación a nosotros.
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