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Un café (enmascarado) en el Carnaval de Venecia... con Roberto Casagrande

2/25/2014

2 Comments

 
Luis LÓPEZ GALÁN & Alejandro ROJAS
Con una emoción casi infantil sobrevolamos la provincia del Véneto al norte de Italia y desde las alturas admiramos el delirio arquitectónico de Venecia, uno de los lugares más evocadores del planeta. Más que una ciudad, Venecia es un sueño, el de los enamorados que cruzan el Puente Rialto rompiendo el silencio del agua y el misterio de los canales que encierran ante miradas curiosas el reflejo de antiguos y monumentales palacios. Venecia es un sueño hecho realidad que una vez al año despliega su magia para volver atrás en el tiempo y pararlo durante dos semanas en las que entre máscaras y disfraces la ciudad se convierte en el más bello teatro del surrealismo. Estamos a punto de llegar a la feria de las vanidades más famosa del mundo. Comienza el Carnaval de Venecia.
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Después de un divertido vuelo aterrizamos ansiosos en el Aeropuerto Marco Polo de Venecia,  ciudad que en estos días se reencuentra a sí misma entre máscaras y canales. El viaje, con risas y elucubraciones sobre lo que nos deparará uno de los eventos más famosos del mundo, se nos ha hecho corto gracias en parte a nuestra amiga Alba, que con su extrovertida manera de ser ha decidido unirse a nosotros en esta aventura carnavalesca. 

El ajetreo en el aeropuerto tiene un carácter especial de rostros emocionados y maletas entre las que se aprecian plumas y máscaras de colores como preludio de lo que ya está aconteciendo y nos espera en la ciudad. El Carnaval de Venecia es mundialmente conocido y recibe cada año la visita de miles de viajeros venidos desde todos los rincones que ven cumplido un deseo casi generalizado en el mundo entero: conocer uno de esos puntos clave que nunca falta en las muchas listas que nos recuerdan lo que debemos hacer al menos una vez en la vida.

Al salir por la puerta de llegadas, los brillantes rayos del sol traspasan las grandes cristaleras de la sala casi queriendo indicarnos el lugar desde donde nuestro amigo Roberto nos saluda ya agitando los brazos en la distancia. Al igual que nosotros le traemos la sorpresa de Alba y su contagiosa alegría, Roberto no viene solo: Fabiola, su pareja, amiga de aventuras pasadas y por la que le conocimos le acompaña. Como no podía ser de otro modo, el reencuentro entre tantos y tan buenos amigos se traduce en una explosión de risas y abrazos que dura un largo rato a las puertas de la terminal del aeropuerto, mientras una brisa fría comienza a bajar la temperatura en nuestros rostros. 

Con el grupo más calmado y subidos ya en el coche de Roberto, éste demuestra la pasión que siente por su ciudad y su alegría al poder enseñárnosla durante el Carnaval, una fiesta que se remonta según algunos historiadores a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años. Allí ya se celebraban festividades en honor a deidades paganas que podrían haber sido adquiridas a su vez por los griegos para celebrar a Cronos y en Época Romana con las famosas Bacanales, en honor al Dios Baco, Saturnales al Dios Saturno y Lupercales por el Dios del Pan. Todas ellas eran conocidas por el desenfreno y los excesos de toda índole que dieron lugar a la costumbre de usar disfraces como salvaguardia del anonimato de los asistentes para evitar así el juicio de toda la sociedad. Tras el Imperio Romano estas celebraciones se difundieron por toda Europa y a partir del s. XV, los españoles y portugueses que navegaban hasta América también lo llevaron al nuevo mundo. Debido a este carácter desenfrenado y a lo arraigada que estaba la fiesta en la sociedad, la Iglesia Católica se hizo con ella denominándola Carnaval (etimológicamenteabandonar la carne), como los días previos a la Cuaresma en los que los católicos podían comer carne para prepararse a los siguientes 40 días sin probarla, motivo por el cual en la actualidad el Carnaval precede al Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma.
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Pero Venecia siempre es especial y tiene su propia historia, incluyendo la de Carnaval o al menos eso nos cuenta Roberto llegando ya a su casa en Meolo, localidad cercana a la ciudad de los canales. Aunque existen registros de festividades de Carnaval desde el s. XI en Venecia, la época de mayor esplendor de la fiesta en la ciudad se vivió sin duda durante el s.XVIII, cuando aristócratas venecianos y venidos de toda Europa salían a las calles para mezclarse con el pueblo. Así, además de los disfraces que evolucionaron de una capa negra a los majestuosos vestidos de época que aún hoy se utilizan, las archiconocidas máscaras venecianas surgieron para ocultar el rostro de nobles e incluso príncipes que jugaban a ser anónimos y a que, por unos días, la jerarquía social de la época no existiera. En los meses en los que antiguamente duraba el Carnaval todo estaba permitido y los teatros, bailes y el amor libre eran algo usual para todos los participantes de la fiesta.
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Venecia por Justus Hayes en flickr
Después de las lecciones de historia popular veneciana y tras haber descansado en casa de Roberto y Fabiola tras el viaje, todos salimos al unísono y nos ponemos en camino hacia la estación de tren que en pocos minutos nos llevará hasta Venecia. Hoy es un día especial, comienza el primer fin de semana del Carnaval y en él se celebran algunos de los actos más famosos, aunque el periodo más conocido y populoso ocurre entre el Giovedi Grosso y el Martedi Grosso o martes de Carnaval, con el segundo fin de semana de por medio. Casi sin darnos cuenta, a ambos lados del tren el agua se hace protagonista absoluto del paisaje mientras atravesamos la Laguna Veneta por la Vía Libertà. El paisaje es asombroso, con la isla de Venecia al fondo brillando bajo el sol como una piedra preciosa que nos espera en la distancia. 

Al llegar, la Estación de Santa Lucia nos recibe repleta de gente que se aproxima con rapidez a las puertas de salida, con un ansia general por pasear las calles y cruzar los puentes de Venecia, que se abre ya completamente a nosotros cuando al salir nos encontramos de frente con el Gran Canal y el Puente de los Descalzos, junto a la Iglesia del mismo nombre. Desde la cima del puente, a la que llegamos casi sin hablar y sobrecogidos por la belleza del lugar, Venecia se hace única y coquetea con nosotros demostrándonos la razón por la que su nombre está escrito con letras de oro en la Historia. Los edificios clásicos color pastel enmarcan el canal, atravesado por góndolas y embarcaciones de mayor tamaño, en el que los tradicionales bricoles (palos de madera donde amarrar los barcos), sobresalen en una imagen idílica que todos admiramos embelesados, incluido Roberto. Al parecer, tampoco los venecianos se acostumbran a la belleza bucólica de su propia ciudad.

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Puente e Iglesia de los Descalzos por efilpera en flickr
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Tienda de máscaras en Venecia por Josh Liba en flickr
A pesar del sol, el aire frío nos hace abandonar el puente y siguiendo a Roberto continuamos nuestro camino hasta el centro de la ciudad. Nos adentramos en la estrecha Vía Lunga y los pequeños restaurantes y tiendas de souvenirs y de máscaras venecianas nos meten de lleno en un laberinto de calles, canales, callejones sin salida, puentes de paredes afectadas por la humedad y letreros indicativos en cada esquina. A pesar de ellos y aunque señalan los destinos hacia los que nos dirigimos, la ruta se complica y todos agradecemos la presencia de Roberto, que nos guía durante un trayecto que se prolonga cada vez que nos paramos a contemplar las vistas de un canal que no esperábamos al doblar cualquier esquina. En una de esas ocasiones, el canal no es tan pequeño y lo cruza un hermoso puente con arcos techados y comercios a los lados. En el Puente de Rialto, probablemente el más famoso de la ciudad, sentimos por primera vez el Carnaval dado el gran número de personas comprando y probándose máscaras de múltiples formas y turistas que ya las lucen sonriendo y tomando fotografías en este punto clave de la ciudad.
El hambre apremia y rápidamente Roberto nos conduce a través de un centenar de callejuelas hasta la Osteria Al Bacareto, un bar-restaurante cercano ya a la Plaza de San Marcos con comida típica veneciana. El ambiente dentro es familiar y tradicional y agradecemos sentarnos por fin alrededor de una mesa con mantel blanco tras el paseo atravesando toda la ciudad. En Venecia, la típica pasta italiana se mezcla con el pescado y el marisco fresco de la zona formando una gastronomía de calidad de la que nuestra mesa empieza a estar repleta: cichetti (pequeños platos en forma de aperitivo), bigoli en salsa, sepia con radicchio(vegetal típico del Véneto), bacalao a la Vicentina...

La comida transcurre en un ambiente festivo y a través de la ventana ya empezamos a ver los voluptuosos disfraces típicos adornados con impresionantes máscaras y sombreros. Durante el día, muchos venecianos lucen trajes alquilados o adquiridos por herencia familiar por las calles de Venecia sin otro objetivo que ser fotografiados por curiosos y turistas en los rincones más emblemáticos. Aunque durante los días de Carnaval en la ciudad se suceden actos culturales, obras teatrales, talleres infantiles, conciertos, etc., ellos son la atracción principal para los visitantes.

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Carnaval de Venecia por Stefan Isnam en flickr
Después de la copiosa comida, Roberto nos insiste en probar los dulces típicos del Carnaval de Venecia para el postre: losfritelle y los galani, tradicionalmente de pasas y piñones aunque en la actualidad se encuentran de otros muchos ingredientes como nutella o manzana, que ciertamente tienen un sabor muy agradable.

Al salir del restaurante, Fabiola mira el reloj y se cruza una mirada con Roberto que el resto del grupo no entendemos muy bien. Tras esto, sus pasos son más ágiles y caminamos  intentando seguirles el ritmo por un laberinto de calles estrechas mientras nos cruzamos con algunas de las máscaras venecianas más populares: larva o volto, el antifaz completamente blanco también conocido como 'fantasma'; gatto que, curiosamente, eran apreciadas por la escasez de estos animales durante la época de la República; dottore peste, una máscara utilizada realmente por médicos cuyo pico indicaba la distancia a mantenerse para no contagiarse de esta enfermedad, y columbina o el antifaz de media cara con distintas decoraciones como notas musicales o plumas.

Al final de uno de los callejones y casi corriendo detrás de Roberto y Fabiola, un hermoso arco nos conduce hasta uno de los extremos de la famosa Plaza de San Marcos, completamente llena de gente que disfrutan de un espectáculo desconocido para nosotros. Entre la multitud y portadas a hombros en una especie de procesión hasta un enorme escenario dispuesto en la plaza, doce chicas entran a la plaza vestidas con capas marrones mientras el público aplaude su llegada. Ante nuestras caras de asombro y los comentarios de Alba, que estaría encantada de ser portada a hombros, Roberto nos explica que estamos asistiendo a uno de los espectáculos más tradicionales del Carnaval de Venecia: la Fiesta de las Marías. Según nos cuenta nuestro amigo, durante el día de la Purificación de la Virgen María de hace más de un milenio doce muchachas venecianas fueron raptadas por una banda de piratas. El pueblo de Venecia luchó por conseguir su libertad y cuando lo lograron el Dux, máximo dirigente de la República, capturó a los piratas arrojando sus cuerpos al mar tras matarlos. En conmemoración de esta victoria, desde entonces se viene celebrando esta fiesta que hoy en día es una especie de concurso de belleza en trajes de época. Este evento y el del Vuelo del Ángel, que se celebra justo al día siguiente, marcan el inicio oficial de las fiestas de Carnaval en la ciudad. Dicho 'vuelo' surgió en el año 1500, cuando un acróbata turco utilizó un balancín para subir hasta la parte más alta del campanario y bajar después hasta el balcón del Palacio Ducal. Tanto éxito tuvo entre la multitud que en los años siguientes el evento se hizo tradicional, siendo conocido popularmente como el 'Vuelo del Turco' hasta que años después un veneciano vestido de ángel creó la nueva costumbre que se mantiene hasta nuestros días.

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Fiesta de las Marías en la Plaza de San Marcos en flickr
Sorteando a la multitud con dificultad, Roberto nos guía hasta el otro lado de la plaza para llevarnos directos a las puertas del famoso Caffé Florian, abarrotado de turistas en las ventanas tomando fotos del interior, en el que los comensales toman café ataviados con sus mejores galas venecianas del s. XVIII. Como por arte de magia, Roberto saca de su bolsa cinco máscaras y tras intercambiar algunas palabras con un conocido que trabaja en el café, nos lleva hasta una mesa preparada en uno de los salones del lugar. La original distribución del Florian está formada por un largo pasillo que conecta los distintos salones con ventanales individuales a la Plaza de San Marcos. Mientras nos sirven espressos y caramel macchiatos (de entre 6€ y 10€ cada uno), el ambiente del café nos sumerge de lleno en el lujo y el romanticismo de la época más brillante del Carnaval de Venecia. Bajo nuestras máscaras, parece que en el Florian el tiempo se ha detenido y su ostentosa decoración y su aspecto palaciego nos hacen sentirnos únicos. La cara más lujosa del Carnaval se vive en Venecia en lugares emblemáticos como este café del año 1720, el más antiguo de Italia, y en las salas y palacios que celebran los famosos, exclusivos y carísimos bailes de máscaras cuando cae la noche. Probablemente el más popular de todos ellos sea el Baile del Palacio Encantado, que se celebra en el Palazzo Tiepolo Passi durante los fines de semana de Carnaval, un palacio del s.XV que acoge una fiesta de máscaras y trajes de época cuyos precios de entrada oscilan entre los 350€ y los 1200€.
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Café Florian por Giorgio Minguzzi en flickr
La luz ya no es tan brillante al otro lado de las ventanas y tras pagar la cuenta atravesamos la Plaza de San Marcos dejando a un lado la Basílica para disfrutar del espectáculo de disfraces y máscaras que, mientras cae el sol, pasean por el 'salón más bello de Europa' según Napoléon, cerca del famoso Puente de los Suspiros que miles de personas fotografían sin parar.
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Cae la tarde en Venecia
Aunque Alba y Fabiola se entretienen en los puestos de máscaras y recuerdos dispuestos por la plaza, Roberto nos saca de nuevo de Venecia y hacemos el camino de vuelta, esta vez más rápido y con atajos, para llegar hasta su casa y prepararnos para el broche de oro a una jornada muy especial: una noche en el Carnaval de Venecia. Para que no nos disgustemos sin las típicas compras, Roberto promete llevarnos al día siguiente a los pequeños mercados dispuestos en otras zonas de la ciudad estos días y en concreto a Il mercatino dei miracoli en el Campo Santa María Nova, donde se pueden encontrar desde botones de cristal de Murano de los años 30 hasta talismanes protectores de antiguos marineros que llegaban a la ciudad pasando por postales de amor enviadas durante la Segunda Guerra Mundial y libros de cocina de asaduras a la veneciana.

Entre bromas, pelucas y vasos de Spritz, bebida popular de la zona elaborada con vino blanco, aperol y naranja, entre todos convertimos la casa de Roberto en un improvisado vestuario de Carnaval donde probarnos combinaciones de disfraces una y otra vez. Unos con máscaras y vestidos de época y otros con maquillaje y mallas, empezamos a darnos cuenta de que el Carnaval cambia de requisitos de vestimenta por la noche cuando llegamos de vuelta a la Estación de Santa Lucía. Al salir, algo ha cambiado en Venecia y su misterio se ha materializado en una densa capa de niebla que envuelve las estrechas calles y se levanta a la altura de los puentes que cruzan los canales. El ambiente al transitar por la ciudad es mágico y al doblar cualquier esquina las máscaras aparecen entre la niebla, con la oscuridad de la noche como telón de fondo. 

La noche de Carnaval se vive en las oscuras y húmedas calles de Venecia, que si bien no cuentan con el lujo de las exclusivas fiestas de disfraces de hoteles y palacios antiguos, esconden un romanticismo difícil de igualar. A mitad de camino entre la estación de tren y la Plaza de San Marcos, paramos hacia la mitad de un puente donde una anciana vende vin brulé, vino caliente con especias elaborado en una olla al fuego. Al mismo tiempo que nos sube la temperatura, el vapor del vaso se mezcla con la niebla que cubre el ambiente. Al caminar por la oscura Venecia las fiestas espontáneas se suceden y las encontramos en la calle más estrecha o en portales abiertos para recibir a invitados anónimos bajo las máscaras. Venecia y su gentío, los canales y sus puentes y hasta un grupo de tunos que hace bailar y cantar a Alba nos envuelven a todos en el surrealismo de la noche más bella, la de un Carnaval entre la niebla que aguarda tranquila y con su espeso manto a que descubramos los secretos de la ciudad más misteriosa.

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Ilustraciones: Aarón Mora, el ilustrador de Espresso Fiorentino.



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2 Comments
lucia_vaz
5/23/2014 02:03:22 am

Hace dos años visité Venecia, pero en verano. Debe ser muy especial recorrer las calles de la ciudad de los canales, envuelta en el ambiente onírico del carnaval.

Reply
Espresso Fiorentino link
5/26/2014 11:02:41 am

Hola Lucía!
Muchísimas gracias por tu comentario. Venecia es una ciudad mágica en todas las épocas del año pero ciertamente en carnaval adquiere una imagen difícil de olvidar. La niebla del agua desde los canales envolviendo las máscaras y los disfraces es, como dices, onírica.

Bienvenida a Espresso Fiorentino, esperamos seguir leyendo tus comentarios.

Un abrazo!

Espresso Fiorentino

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