Luis LÓPEZ GALÁN
Turquía es uno de esos países conocidos por su amplia oferta turística repartida por todo el territorio, desde ciudades míticas como Estambul hasta maravillas naturales como las piscinas de Pamukkale o las formaciones rocosas de la región de Capadocia. Nadie que llegue al país con sus aventuras programadas para no dejarse nada en el tintero conoce, probablemente, un pequeño pueblo ubicado en un valle de olivos de árboles frutales: Sirinçe. Hay quien incluso lo llama la Toscana turca y es que el pequeño pueblo es, sin duda, una grata sorpresa para el viajero despistado. ¿Viajas a Turquía? Sigue leyendo, haznos caso y déjate sorprender…
UNA JOYA PERDIDA EN LA REGIÓN DEL EGEO
Hay lugares que evocan mitos y leyendas únicamente con la pronunciación de su nombre… y la región del Egeo es sin duda uno de ellos. Esta zona del país ha sido testigo de siglos de asentamientos de los que hoy quedan algunos de los yacimientos arqueológicos más impresionantes del mundo. Entre ellos, además, la hermosa costa del mar Egeo, sus pueblos de pescadores y sus paisajes verdes.
Entre los sitios históricos de la región podemos hablar, por ejemplo, de Assos, uno de los centros más importantes de la enseñanza en la antigüedad por donde pasaron, entre otros, Aristóteles y Platón. También de Pérgamo o de la antigua ciudad de Éfeso, hoy reconocida como uno de los más impresionantes museos al aire libre, contando por ejemplo con la fachada impresionante y prácticamente intacta de la Biblioteca de Celso. Frente a las ruinas de Éfeso, en lo alto de un cerro, se encuentra también un pequeño enclave conocido en la Cristiandad por, dicen, ser el lugar en el que vivió la Virgen María tras la muerte de Jesucristo.
Cerca de Éfeso, además, se encuentra una de las dos ciudades importantes de la región: Selçuc, con la Basílica de San Juan Apóstol del siglo VI, construida donde suponen que se encontraba la tumba del discípulo de Jesús. La segunda ciudad es Izmir, llena de vida nocturna, bares y restaurantes y el puerto donde llegan numerosos cruceros de paso por la costa.
Entre todos estos lugares, históricos, interesantes y turísticos, un pequeño pueblo colgado de los montes de olivos y árboles frutales intenta pasar desapercibido a los ojos del mundo, tratando de conservar su encanto local. Sin embargo, el secreto de Sirinçe ha sido descubierto.
Hay lugares que evocan mitos y leyendas únicamente con la pronunciación de su nombre… y la región del Egeo es sin duda uno de ellos. Esta zona del país ha sido testigo de siglos de asentamientos de los que hoy quedan algunos de los yacimientos arqueológicos más impresionantes del mundo. Entre ellos, además, la hermosa costa del mar Egeo, sus pueblos de pescadores y sus paisajes verdes.
Entre los sitios históricos de la región podemos hablar, por ejemplo, de Assos, uno de los centros más importantes de la enseñanza en la antigüedad por donde pasaron, entre otros, Aristóteles y Platón. También de Pérgamo o de la antigua ciudad de Éfeso, hoy reconocida como uno de los más impresionantes museos al aire libre, contando por ejemplo con la fachada impresionante y prácticamente intacta de la Biblioteca de Celso. Frente a las ruinas de Éfeso, en lo alto de un cerro, se encuentra también un pequeño enclave conocido en la Cristiandad por, dicen, ser el lugar en el que vivió la Virgen María tras la muerte de Jesucristo.
Cerca de Éfeso, además, se encuentra una de las dos ciudades importantes de la región: Selçuc, con la Basílica de San Juan Apóstol del siglo VI, construida donde suponen que se encontraba la tumba del discípulo de Jesús. La segunda ciudad es Izmir, llena de vida nocturna, bares y restaurantes y el puerto donde llegan numerosos cruceros de paso por la costa.
Entre todos estos lugares, históricos, interesantes y turísticos, un pequeño pueblo colgado de los montes de olivos y árboles frutales intenta pasar desapercibido a los ojos del mundo, tratando de conservar su encanto local. Sin embargo, el secreto de Sirinçe ha sido descubierto.
SIRINÇE, ENCANTO LOCAL
La pequeña localidad de Sirinçe, de aproximadamente seiscientos habitantes, data del siglo XV, fecha en la que la ciudad de Éfeso fue abandonada, si bien las edificaciones que hoy podemos contemplar en el pueblo, las que le hacen ser conocido como la Toscana turca, son del siglo XIX.
En aquellos momentos, el pueblo se llamaba Kirkince, que mucha gente confundía con Çirkince. Este último término vendría a significar algo feo, y parece que los habitantes del lugar alimentaban el mito para que ningún forastero descubriera su encanto local. Dicen que fue un alcalde de Izmir el que cambió su nombre a Sirinçe, que quiere decir bonito.
Sirinçe es un lugar inesperado enclavado entre viñedos y melocotoneros. Sus calles y cuestas son estrechas, algunas laberínticas, y repletas de mercados ambulantes, tiendas de vino, restaurantes bohemios, parras y toldos que protegen del sol al caminante. Pasear por el pueblo es una de esas experiencias que ofrecen sosiego y tranquilidad. Uno puede caminar por Sirinçe hasta verse envuelto en el aroma del algún plato típico turco que una mujer prepara a pie de calle en su horno tradicional o incluso metido de lleno en una cata de vinos frutales con vistas a los viñedos o incluso. Para esto último, el restaurante Artemisa es probablemente el más famoso del lugar, con múltiples opciones y catas de diferentes vinos.
Entre sus atractivos culturales, Sirinçe cuenta con la bella Iglesia de San Juan Bautista, ortodoxa, reformada y con mucho encanto y terrazas para tomar un refresco (o un vino) alrededor, y también una mezquita.
EL OJO TURCO O NAZAR BONCUK
Que Sirinçe está repleto de olivos y viñedos es algo claro llegados a este punto, pero hay un elemento más que forma parte de la decoración y del propio pueblo: el Ojo Turco o Nazar Boncuk. Esta especie de amuleto azul de cristal en forma de ojo está, literalmente, repartida por todo el lugar. Se puede observar en colgantes y pulseras que venden en las tiendas y puestos pero también colgando de los árboles, de las fachadas y ventanas de las casas e incluso pegados al suelo en la entrada a algunos lugares o a modo de decoración en fuentes y puertas.
Este amuleto, conocido en Turquía como nazar boncuk, está muy extendido en el país y en otros de la costa Mediterránea y su tradición se remonta a siglos atrás. Dicen que su origen data de las invasiones de los pueblos del norte, que al parecer tenían los ojos azules, por lo que los lugareños de Anatolia comenzaron a usarlos para protegerse. Actualmente el Ojo Turco se utiliza para evitar el mal de ojo y la mala suerte tanto en uno mismo, con pulseras y collares, como en casas, oficinas o restaurantes.
Pero como una imagen vale más que mil palabras, disfruta estas instantáneas de Sirinçe… ¡y visítala cuanto antes!
La pequeña localidad de Sirinçe, de aproximadamente seiscientos habitantes, data del siglo XV, fecha en la que la ciudad de Éfeso fue abandonada, si bien las edificaciones que hoy podemos contemplar en el pueblo, las que le hacen ser conocido como la Toscana turca, son del siglo XIX.
En aquellos momentos, el pueblo se llamaba Kirkince, que mucha gente confundía con Çirkince. Este último término vendría a significar algo feo, y parece que los habitantes del lugar alimentaban el mito para que ningún forastero descubriera su encanto local. Dicen que fue un alcalde de Izmir el que cambió su nombre a Sirinçe, que quiere decir bonito.
Sirinçe es un lugar inesperado enclavado entre viñedos y melocotoneros. Sus calles y cuestas son estrechas, algunas laberínticas, y repletas de mercados ambulantes, tiendas de vino, restaurantes bohemios, parras y toldos que protegen del sol al caminante. Pasear por el pueblo es una de esas experiencias que ofrecen sosiego y tranquilidad. Uno puede caminar por Sirinçe hasta verse envuelto en el aroma del algún plato típico turco que una mujer prepara a pie de calle en su horno tradicional o incluso metido de lleno en una cata de vinos frutales con vistas a los viñedos o incluso. Para esto último, el restaurante Artemisa es probablemente el más famoso del lugar, con múltiples opciones y catas de diferentes vinos.
Entre sus atractivos culturales, Sirinçe cuenta con la bella Iglesia de San Juan Bautista, ortodoxa, reformada y con mucho encanto y terrazas para tomar un refresco (o un vino) alrededor, y también una mezquita.
EL OJO TURCO O NAZAR BONCUK
Que Sirinçe está repleto de olivos y viñedos es algo claro llegados a este punto, pero hay un elemento más que forma parte de la decoración y del propio pueblo: el Ojo Turco o Nazar Boncuk. Esta especie de amuleto azul de cristal en forma de ojo está, literalmente, repartida por todo el lugar. Se puede observar en colgantes y pulseras que venden en las tiendas y puestos pero también colgando de los árboles, de las fachadas y ventanas de las casas e incluso pegados al suelo en la entrada a algunos lugares o a modo de decoración en fuentes y puertas.
Este amuleto, conocido en Turquía como nazar boncuk, está muy extendido en el país y en otros de la costa Mediterránea y su tradición se remonta a siglos atrás. Dicen que su origen data de las invasiones de los pueblos del norte, que al parecer tenían los ojos azules, por lo que los lugareños de Anatolia comenzaron a usarlos para protegerse. Actualmente el Ojo Turco se utiliza para evitar el mal de ojo y la mala suerte tanto en uno mismo, con pulseras y collares, como en casas, oficinas o restaurantes.
Pero como una imagen vale más que mil palabras, disfruta estas instantáneas de Sirinçe… ¡y visítala cuanto antes!
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