Luis LÓPEZ GALÁN
Trabajar viajando es una de las maneras más sencillas de conocer el mundo, un interesante ejercicio de apertura de mente y algo deseado y envidiado a partes iguales por aquellos que cuentan con un tipo de empleo más sedentario. Sin embargo, si crees que en la vida del viajero de negocios es oro todo lo que reluce, estás muy equivocado. A pesar de las fotos de lugares paradisíacos en Instagram y los ‘estoy aquí’ junto a mapas en Facebook que ni siquiera sabes identificar, hay algunas cosas que todo businessman no cuenta:
· Las horas muertas de aeropuerto
Los aeropuertos representan la segunda casa (¿o la primera?) para todo viajero de negocios… y esto implica una serie de horas perdidas para siempre: las dos o tres de antelación para la facturación, las que pasas deambulando entre las tiendas de duty free esperando el vuelo de conexión, las que sufres cuando éste se retrasa, las de las colas de controles de seguridad y las de incertidumbre en la cinta de maletas. Un aeropuerto es, al fin y al cabo, esperar y esperar.
· La lotería del avión
El avión se convierte para el viajero de negocios, por regla general un ‘solo traveler’, en una auténtica lotería. Puede que tengas suerte y el premio sea un avión nuevo, con multitud de películas y compañeros de asiento silenciosos y respetuosos. Y también puede que lo que te toque sea un avión de principios de los ochenta con tres películas que ya has visto, dos niños llorando sin parar a tu espalda, un viajero que no ha tenido tiempo de ducharse a tu derecha y otro al que le resulta imposible parar de hablar a tu izquierda. ¡Buena suerte!
· La vida de hotel
¡Qué maravilloso, lujoso y elegante parece vivir en un hotel cuando lo imaginas! Si bien esa afirmación es cierta en algunas cosas, en otras muchas, como siempre, la realidad es otra. La vida de hotel implica cenas solitarias del mismo menú cada día, que tu privacidad se limite a un cartel que dice ‘No molestar’ (y a lo que ocurre cuando uno se olvida de él…), vivir sin lavadora ni cocina, precios más elevados de lo normal en cualquier servicio y ruidos desconocidos que te harán sentir en El resplandor… o en Showgirls.
· El jet lag
No, el jet lag no es un mito. Y si todavía no lo crees, trata de dormir plácidamente en Madrid después de pasar tres meses en Sidney o intenta vivir una noche de fiesta en Ciudad de México habiendo viajado ese mismo día desde Barcelona.
· Empezar de cero una y otra vez
Este punto varía entre el viajero de negocios que siempre realiza las mismas rutas y el viajero frecuente, el que cada vez tiene un destino distinto. En este caso, uno tiene que sobreponerse al desconocimiento del nuevo lugar y crear un nuevo círculo de contactos varias veces al año.
· La incertidumbre
No conocer el lugar al que se viaja, depender de aviones y otros medios de transporte para llegar o no a la hora acordada y ni siquiera saber localizar en un mapa el hotel donde se dormirá esa noche son algunos de los estresantes factores con los que el viajero de negocios debe lidiar.
· Maletas perdidas
Que las maletas se pierdan nunca es agradable. Ahora imagina la situación si todos los trajes, camisas, corbatas y otros materiales que necesitas para las citas de los siguientes días se han perdido con ellas.
· El choque cultural
La cultura, el idioma, la comida y también la manera de hacer negocios varía dependiendo de cada lugar del mundo. Al entrar en un despacho no se saluda del mismo modo en Estados Unidos que en Japón o que en los Emirates Árabes Unidos. ¡Este tipo de detalles pueden ser bastante estresantes!
· La distancia
Este es quizá el factor clave. La distancia se va ensanchando a medida que pasa el tiempo. El primer mes se extraña a la familia, el siguiente salir de fiesta con amigos y a partir de ese momento uno echa de menos hasta hacer la compra en el supermercado del barrio.
· La dichosa pregunta ‘¿pero tú nunca trabajas?’
Alargo mis fotos del fin de semana en Instagram y Facebook para darte algo de envidia pero, tienes que creerme: de lunes a viernes trabajo… ¡y mucho!
Los aeropuertos representan la segunda casa (¿o la primera?) para todo viajero de negocios… y esto implica una serie de horas perdidas para siempre: las dos o tres de antelación para la facturación, las que pasas deambulando entre las tiendas de duty free esperando el vuelo de conexión, las que sufres cuando éste se retrasa, las de las colas de controles de seguridad y las de incertidumbre en la cinta de maletas. Un aeropuerto es, al fin y al cabo, esperar y esperar.
· La lotería del avión
El avión se convierte para el viajero de negocios, por regla general un ‘solo traveler’, en una auténtica lotería. Puede que tengas suerte y el premio sea un avión nuevo, con multitud de películas y compañeros de asiento silenciosos y respetuosos. Y también puede que lo que te toque sea un avión de principios de los ochenta con tres películas que ya has visto, dos niños llorando sin parar a tu espalda, un viajero que no ha tenido tiempo de ducharse a tu derecha y otro al que le resulta imposible parar de hablar a tu izquierda. ¡Buena suerte!
· La vida de hotel
¡Qué maravilloso, lujoso y elegante parece vivir en un hotel cuando lo imaginas! Si bien esa afirmación es cierta en algunas cosas, en otras muchas, como siempre, la realidad es otra. La vida de hotel implica cenas solitarias del mismo menú cada día, que tu privacidad se limite a un cartel que dice ‘No molestar’ (y a lo que ocurre cuando uno se olvida de él…), vivir sin lavadora ni cocina, precios más elevados de lo normal en cualquier servicio y ruidos desconocidos que te harán sentir en El resplandor… o en Showgirls.
· El jet lag
No, el jet lag no es un mito. Y si todavía no lo crees, trata de dormir plácidamente en Madrid después de pasar tres meses en Sidney o intenta vivir una noche de fiesta en Ciudad de México habiendo viajado ese mismo día desde Barcelona.
· Empezar de cero una y otra vez
Este punto varía entre el viajero de negocios que siempre realiza las mismas rutas y el viajero frecuente, el que cada vez tiene un destino distinto. En este caso, uno tiene que sobreponerse al desconocimiento del nuevo lugar y crear un nuevo círculo de contactos varias veces al año.
· La incertidumbre
No conocer el lugar al que se viaja, depender de aviones y otros medios de transporte para llegar o no a la hora acordada y ni siquiera saber localizar en un mapa el hotel donde se dormirá esa noche son algunos de los estresantes factores con los que el viajero de negocios debe lidiar.
· Maletas perdidas
Que las maletas se pierdan nunca es agradable. Ahora imagina la situación si todos los trajes, camisas, corbatas y otros materiales que necesitas para las citas de los siguientes días se han perdido con ellas.
· El choque cultural
La cultura, el idioma, la comida y también la manera de hacer negocios varía dependiendo de cada lugar del mundo. Al entrar en un despacho no se saluda del mismo modo en Estados Unidos que en Japón o que en los Emirates Árabes Unidos. ¡Este tipo de detalles pueden ser bastante estresantes!
· La distancia
Este es quizá el factor clave. La distancia se va ensanchando a medida que pasa el tiempo. El primer mes se extraña a la familia, el siguiente salir de fiesta con amigos y a partir de ese momento uno echa de menos hasta hacer la compra en el supermercado del barrio.
· La dichosa pregunta ‘¿pero tú nunca trabajas?’
Alargo mis fotos del fin de semana en Instagram y Facebook para darte algo de envidia pero, tienes que creerme: de lunes a viernes trabajo… ¡y mucho!
Quizá te interese...
| | |