Luis LÓPEZ GALÁN
Praga es, probablemente, la ciudad que más encaja con la imagen tradicional de un viaje a Europa: tejados puntiagudos que cortan la densa niebla de la mañana, suelos de piedra cubiertos de un fino manto blanquecino en invierno y callejones estrechos que parecen conducir a verdaderos cuentos de hadas. Praga es una ciudad hermosa durante todo el año, un exquisito placer viajero en el corazón del Viejo Continente.
La capital de la República Checa es una de las ciudades europeas más bellas y, por esa misma razón, más visitadas actualmente. A pesar de su tamaño de gran ciudad, la zona con más encanto, la que aglutina los edificios y los lugares más espectaculares y conocidos, no es demasiado grande. Es, por tanto, una ciudad fácil de caminar y sencilla para el viajero.
La zona más espectacular de Praga es, sin duda, la Ciudad Vieja, con la plaza Staré Město, que alberga los edificios más conocidos: la Casa del Unicornio Dorado (un antiguo hotel muy lujoso donde se alojaban las familias reales europeas), el Palacio Goltz-Kinsky, la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn con las llamativas torres góticas que hoy son ya esenciales en las postales de esta plaza o la Casa de la Campana de Piedra. Se dice, de hecho, que la campana tallada en la fachada de esta casa, de la que adquiere su sobrenombre, se realizó en representación de una de las que cayó desde una de las dos torres de Nuestra Señora de Tyn. Pese a leyendas, torres y edificios hermosos, lo más visitado de la plaza es, por supuesto, el Ayuntamiento Viejo con su reloj astronómico, una de las imágenes más emblemáticas de la ciudad e incluso del país. Dice la leyenda que el mecanismo de este reloj, que todavía hoy sigue entonando su melodía y haciendo bailar a sus figurillas a diario, fue creado por el maestro Hanûs en el siglo XV y que los altos cargos del momento le cegaron para que nunca más pudiera construir otro igual. Todavía hoy, a cada hora en punto, las figuras de los doce apóstoles y de otros personajes como la Muerte o la Miseria siguen ‘bailando’ a los sones del reloj para el gozo y disfrute de los miles de asistentes que cada día se concentran en la plaza.
La zona más espectacular de Praga es, sin duda, la Ciudad Vieja, con la plaza Staré Město, que alberga los edificios más conocidos: la Casa del Unicornio Dorado (un antiguo hotel muy lujoso donde se alojaban las familias reales europeas), el Palacio Goltz-Kinsky, la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn con las llamativas torres góticas que hoy son ya esenciales en las postales de esta plaza o la Casa de la Campana de Piedra. Se dice, de hecho, que la campana tallada en la fachada de esta casa, de la que adquiere su sobrenombre, se realizó en representación de una de las que cayó desde una de las dos torres de Nuestra Señora de Tyn. Pese a leyendas, torres y edificios hermosos, lo más visitado de la plaza es, por supuesto, el Ayuntamiento Viejo con su reloj astronómico, una de las imágenes más emblemáticas de la ciudad e incluso del país. Dice la leyenda que el mecanismo de este reloj, que todavía hoy sigue entonando su melodía y haciendo bailar a sus figurillas a diario, fue creado por el maestro Hanûs en el siglo XV y que los altos cargos del momento le cegaron para que nunca más pudiera construir otro igual. Todavía hoy, a cada hora en punto, las figuras de los doce apóstoles y de otros personajes como la Muerte o la Miseria siguen ‘bailando’ a los sones del reloj para el gozo y disfrute de los miles de asistentes que cada día se concentran en la plaza.
La Ciudad Vieja guarda también entre sus calles un barrio particular y esencial en la historia de Praga: Josefov o el Barrio judío, que comenzó a originarse cuando las dos comunidades judías que vivían en la ciudad, una alrededor de la Sinagoga Staronová y la otra de la Sinagoga Española, se fueron uniendo poco a poco hasta formar un mismo colectivo. En el siglo XIX el barrio se renovó pero algunos lugares quedaron intactos: las sinagogas, las ya nombradas y otras cinco (Alta, Pinkas, Maisel y Klausen), el cementerio judío y el Ayuntamiento del barrio judío. Y si llegados a este punto el hambre ya ha aparecido, nada mejor que hacer una parada para tomar un café caliente acompañado del famoso trdelnîk, un dulce típico de origen eslovaco que se ha convertido también en tradición en Praga. Se trata de una masa horneada a las brasas que adquiere forma cilíndrica y un característico sabor a canela... ¡perfecto para deambular por la ciudad!
La Ciudad Vieja se une con el barrio de Mala Strana, otro punto viajero importante en la ciudad, a través del Puente de Carlos, un puente de piedra que probablemente resuma en sí mismo el encanto de toda Praga. Sobre el río Moldava, el puente, encantador y decadente, ha sido testigo del devenir de la historia de la ciudad y actualmente sigue siéndolo del trasiego de personas que van y vienen durante todo el día y de numerosos vendedores que intentan sacar provecho del boom turístico de la capital. Se construyó entre los siglos XIV y XV y de las tres torres con las que cuenta, dos en Mala Strana y una en el extremo que todavía pertenece a la Ciudad Vieja, ésta última está considerada como uno de los ejemplos de arquitectura gótica más impresionantes del mundo. Más tarde, durante los siglos XVII-XVIII, el puente se decoró con 30 estatuas dedicadas a diferentes santos que hoy le otorgan un carácter todavía más espectacular. Una de ellas, la de San Juan de Nepomuceno, que murió siendo arrojado al río Moldava desde este mismo puente, está levantada sobre un pedestal con varios relieves. Uno de ellos, el de la figura de un perro, se encuentra realmente desgastado... porque dicen que quien lo toque volverá a Praga.
Al otro lado del Puente de Carlos, el barrio de Malá Strana, la denominada Ciudad Pequeña de Praga, se abre en un maravilloso esplendor de callejuelas estrechas llenas de historia. Este barrio se fundó en el siglo XIII alrededor, o más bien a los pies, del Castillo de Praga y, afortunadamente, prácticamente la totalidad de la zona ha llegado intacta hasta nuestros días. El plato fuerte del barrio es, como ya hemos dicho, el Castillo, por lo que el resto de los puntos quedan algo relegados y conforman el paseo hasta él. Sin embargo, son dignos de destacar algunos lugares como la Plaza de la Ciudad Pequeña, la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria que alberga la estatua del Niño Jesús de Praga, el Jardín Vrtba o el Monte Petrín, con las mejores vistas sobre la ciudad.
El Castillo de Praga cuenta con una particularidad que lo hace único: está ubicado en lo que podríamos denominar como otro barrio, Hradcany, y forma todo un conjunto fortificado de edificios junto con la Catedral de San Vito, el Monasterio de Strahov y el Palacio Stenberg, entre otros. Se trata del Castillo más antiguo del mundo, datando su construcción del siglo IX, y con él comenzó la propia historia y fundación de la ciudad de Praga. Su aspecto de fortaleza alberga el Antiguo Palacio Real, la Basílica y Convento de San Jorge, la Torre de la Pólvora o el Callejón del Oro, una pintoresca y estrecha callejuela de pequeñas casas de colores que fueron ocupadas en su día por el gremio de los orfebres... y también por Franz Kafka, que habitó el número 22 del callejón.
El Castillo de Praga cuenta con una particularidad que lo hace único: está ubicado en lo que podríamos denominar como otro barrio, Hradcany, y forma todo un conjunto fortificado de edificios junto con la Catedral de San Vito, el Monasterio de Strahov y el Palacio Stenberg, entre otros. Se trata del Castillo más antiguo del mundo, datando su construcción del siglo IX, y con él comenzó la propia historia y fundación de la ciudad de Praga. Su aspecto de fortaleza alberga el Antiguo Palacio Real, la Basílica y Convento de San Jorge, la Torre de la Pólvora o el Callejón del Oro, una pintoresca y estrecha callejuela de pequeñas casas de colores que fueron ocupadas en su día por el gremio de los orfebres... y también por Franz Kafka, que habitó el número 22 del callejón.
A pesar de que existen muchos más puntos de interés en la ciudad, quizá son todos los anteriores los más destacados para una primera visita a Praga, la capital europea que más se asemeja a un verdadero cuento de hadas. Un viaje hasta aquí es, sin duda, todo un must viajero.
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