Luis LÓPEZ GALÁN
París es siempre un placer, uno de esos lugares a los que muchos sueñan con ir y el resto lo hacemos con volver. Sin embargo, en algunas ocasiones la Ciudad de la Luz aparece de manera inesperada, o al menos así lo hizo ante nosotros cuando, debido a las pésimas gestiones de una gran aerolínea francesa, nos encontramos con un viaje imprevisto: una tarde en París, la crónica de cómo sacar partido a una mala jugada del destino o, en otras palabras, cómo ver siempre el vaso medio lleno.
¡¿UNA TARDE EN EL AEROPUERTO?! NO, GRACIAS
Todo comenzó en el Aeropuerto de Madrid, donde nuestro avión sufrió algún tipo de problema técnico que nos impidió salir a la hora prevista. Como consecuencia, la escala que debíamos hacer en el Aeropuerto de París CDG también se vio afectada y la única opción, al menos en la opinión de la aerolínea, era permanecer a la espera durante (muchas) horas en los incómodos sillones del aeropuerto. No obstante, en nuestra mente viajera se abrieron dos diferentes alternativas: ser pacientes como nos habían indicado o, por el contrario, pasar una tarde en París. Tomar la decisión no nos llevó más de un minuto.
En estos casos hay que ahorrar tiempo y, por eso, el primer paso fue utilizar los cupones de comida y bebida que la aerolínea debe entregar en función del tiempo de espera. En nuestro caso fueron dos por persona y cada uno canjeamos con celeridad uno de ellos para poder comer una vez estuviéramos en el centro de la ciudad. Si viajas con maleta de mano, el siguiente paso es encontrar una consigna (o locker) donde poder guardarla. En este momento hay que tener muy en cuenta el lugar donde has decidido aprovechar la escala y valorar si el presupuesto que vas a gastar merece la pena. Si bien París no es una ciudad precisamente barata, su poder de atracción venció con facilidad. Además, la consigna para maletas (precios e información al final del texto), se encuentra ubicada a la entrada de la estación de tren que conecta con la ciudad, por lo que no hay demasiadas opciones para echarse atrás.
Lo sentimos, el transporte público en París... también es caro. Desde el Aeropuerto, la línea B3 conecta con la extensa línea de trenes (RER) y metro de la ciudad. Aunque en la estación las filas de gente son comunes, el momento de espera es inevitable. La recomendación es comprar el ticket+ de 10 viajes ya que será bastante probable que necesites utilizar el metro o los trenes RER (ambos se conectan). Recuerda siempre que ahorrar tiempo es muy importante.
Cuando conseguimos nuestro ticket y tras 13 paradas que nos hicieron atravesar la ciudad, nuestra tarde continuó al fin (o quizá comenzó) en la parada de St. Michel-Notre Dame. Su nombre lo dice todo.
Todo comenzó en el Aeropuerto de Madrid, donde nuestro avión sufrió algún tipo de problema técnico que nos impidió salir a la hora prevista. Como consecuencia, la escala que debíamos hacer en el Aeropuerto de París CDG también se vio afectada y la única opción, al menos en la opinión de la aerolínea, era permanecer a la espera durante (muchas) horas en los incómodos sillones del aeropuerto. No obstante, en nuestra mente viajera se abrieron dos diferentes alternativas: ser pacientes como nos habían indicado o, por el contrario, pasar una tarde en París. Tomar la decisión no nos llevó más de un minuto.
En estos casos hay que ahorrar tiempo y, por eso, el primer paso fue utilizar los cupones de comida y bebida que la aerolínea debe entregar en función del tiempo de espera. En nuestro caso fueron dos por persona y cada uno canjeamos con celeridad uno de ellos para poder comer una vez estuviéramos en el centro de la ciudad. Si viajas con maleta de mano, el siguiente paso es encontrar una consigna (o locker) donde poder guardarla. En este momento hay que tener muy en cuenta el lugar donde has decidido aprovechar la escala y valorar si el presupuesto que vas a gastar merece la pena. Si bien París no es una ciudad precisamente barata, su poder de atracción venció con facilidad. Además, la consigna para maletas (precios e información al final del texto), se encuentra ubicada a la entrada de la estación de tren que conecta con la ciudad, por lo que no hay demasiadas opciones para echarse atrás.
Lo sentimos, el transporte público en París... también es caro. Desde el Aeropuerto, la línea B3 conecta con la extensa línea de trenes (RER) y metro de la ciudad. Aunque en la estación las filas de gente son comunes, el momento de espera es inevitable. La recomendación es comprar el ticket+ de 10 viajes ya que será bastante probable que necesites utilizar el metro o los trenes RER (ambos se conectan). Recuerda siempre que ahorrar tiempo es muy importante.
Cuando conseguimos nuestro ticket y tras 13 paradas que nos hicieron atravesar la ciudad, nuestra tarde continuó al fin (o quizá comenzó) en la parada de St. Michel-Notre Dame. Su nombre lo dice todo.
PARIS, MON AMOUR
Al salir a las calles de París, la Île de la Cité nos dejó ver, rodeados por el río Sena, uno de los símbolos de la ciudad por excelencia: la Catedral de Notre Dame. De estilo Gótico, el templo fue edificado entre el año 1136 y 1354 y su parte superior, donde se sitúan las famosas gárgolas de piedra protagonistas de alguna película de dibujos animados, es accesible al visitante. Pero como nuestra visita se basaba en aprovechar al máximo el tiempo disponible, tras admirar Notre Dame nuestros pasos se dirigieron hacia la Rue D'Arcole, con restaurantes y cafés que cumplen con la imagen tradicionalmente parisina que todos tenemos en nuestra mente. Al final de la calle, el Pont'Arcole conduce hasta la explanada y el bello edificio que alberga el Ayuntamiento de París u Hôtel de Ville. Al aparecer otro de los protagonistas de la capital francesa, la lluvia, decidimos tomar de nuevo el metro en la parada del mismo nombre (Hôtel de Ville) para llegar a través de la línea M1 hasta la parada de Concorde o Concordia.
La impresionante Plaza de la Concordia fue renombrada de esta manera al término de la Revolución Francesa, época en la que la guillotina fue colocada precisamente en este punto. Y aquí fue de hecho donde Luis XVI y María Antonieta fueron ejecutados. Desgracias aparte, situándonos en el Obelisco central de la plaza quedaron a nuestra izquierda los Jardines de las Tullerías y el Museo del Louvre con su conocida Pirámida Invertida, y a nuestra derecha el comienzo de los Campos Elíseos. Tras un (muy breve) paseo por los primeros tramos de los jardines, decidimos atravesar la que los franceses conocen como avenida más hermosa del mundo. Los Campos Elíseos deben su nombre a la mitología griega, en la que se trataba del lugar al que las almas virtuosas iban tras fallecer. La larga avenida es hoy una de las calles más caras y exclusivas del mundo, con tiendas y restaurantes de lujo y las marcas más famosas del momento.
La avenida es bastante larga, por lo que tuvimos que recorrer con rapidez sus 2,2km para no vernos de nuevo en la tesitura de perder otro vuelo. Al final de los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo se eleva majestuoso conmemorando aún la Batalla de Austerlitz. Napoléon Bonaparte fue quien mandó construir la edificación en 1806 y, actualmente, forma sin duda otro de los iconos de la ciudad y prácticamente de todo el país.
Al salir a las calles de París, la Île de la Cité nos dejó ver, rodeados por el río Sena, uno de los símbolos de la ciudad por excelencia: la Catedral de Notre Dame. De estilo Gótico, el templo fue edificado entre el año 1136 y 1354 y su parte superior, donde se sitúan las famosas gárgolas de piedra protagonistas de alguna película de dibujos animados, es accesible al visitante. Pero como nuestra visita se basaba en aprovechar al máximo el tiempo disponible, tras admirar Notre Dame nuestros pasos se dirigieron hacia la Rue D'Arcole, con restaurantes y cafés que cumplen con la imagen tradicionalmente parisina que todos tenemos en nuestra mente. Al final de la calle, el Pont'Arcole conduce hasta la explanada y el bello edificio que alberga el Ayuntamiento de París u Hôtel de Ville. Al aparecer otro de los protagonistas de la capital francesa, la lluvia, decidimos tomar de nuevo el metro en la parada del mismo nombre (Hôtel de Ville) para llegar a través de la línea M1 hasta la parada de Concorde o Concordia.
La impresionante Plaza de la Concordia fue renombrada de esta manera al término de la Revolución Francesa, época en la que la guillotina fue colocada precisamente en este punto. Y aquí fue de hecho donde Luis XVI y María Antonieta fueron ejecutados. Desgracias aparte, situándonos en el Obelisco central de la plaza quedaron a nuestra izquierda los Jardines de las Tullerías y el Museo del Louvre con su conocida Pirámida Invertida, y a nuestra derecha el comienzo de los Campos Elíseos. Tras un (muy breve) paseo por los primeros tramos de los jardines, decidimos atravesar la que los franceses conocen como avenida más hermosa del mundo. Los Campos Elíseos deben su nombre a la mitología griega, en la que se trataba del lugar al que las almas virtuosas iban tras fallecer. La larga avenida es hoy una de las calles más caras y exclusivas del mundo, con tiendas y restaurantes de lujo y las marcas más famosas del momento.
La avenida es bastante larga, por lo que tuvimos que recorrer con rapidez sus 2,2km para no vernos de nuevo en la tesitura de perder otro vuelo. Al final de los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo se eleva majestuoso conmemorando aún la Batalla de Austerlitz. Napoléon Bonaparte fue quien mandó construir la edificación en 1806 y, actualmente, forma sin duda otro de los iconos de la ciudad y prácticamente de todo el país.
Y de un símbolo a otro. Atravesando la Avenue Kléber y acelerando a la vez el ritmo de nuestros pasos llegamos, enmarcados en la bella arquitectura del París más clásico, hasta los Jardines del Trocadero, a la orilla del río Sena y frente a la Torre Eiffel. La torre de 300 metros, como en un primero momento se la denominó, es una estructura de hierro construida por el ingeniero francés Gustave Eiffel (aunque diseñada por Maurice Koechlin y Émile Nouguier) para la Exposición Universal de 1889. Se trata del monumento que cobra entrada más visitado del mundo y probablemente el lugar más fotografiado de toda la ciudad.
A pesar de que la tarde entraba ya en sus últimos momentos, aún nos quedó tiempo para disfrutar de un rico crêpe au chocolat con vistas a la Torre Eiffel. París desprende una magia especial y todo en ella parece haberse construido a propósito para el disfrute del visitante.
Sin tiempo para más, la parada RER de trenes Champ de Mars-Tour Eiffel nos devolvió hasta St Michel-Notre Dame para hacer el transbordo hacia la línea B3 y encaminarnos de vuelta al aeropuerto. Los últimos tramos de la tarde se convirtieron en carreras para conseguir llegar a tiempo a la consigna de las maletas y al propio avión. Sin embargo, con la luz de una de las ciudades más bellas del mundo en la memoria, pudimos confirmar que la tarde mereció la pena.
A pesar de que la tarde entraba ya en sus últimos momentos, aún nos quedó tiempo para disfrutar de un rico crêpe au chocolat con vistas a la Torre Eiffel. París desprende una magia especial y todo en ella parece haberse construido a propósito para el disfrute del visitante.
Sin tiempo para más, la parada RER de trenes Champ de Mars-Tour Eiffel nos devolvió hasta St Michel-Notre Dame para hacer el transbordo hacia la línea B3 y encaminarnos de vuelta al aeropuerto. Los últimos tramos de la tarde se convirtieron en carreras para conseguir llegar a tiempo a la consigna de las maletas y al propio avión. Sin embargo, con la luz de una de las ciudades más bellas del mundo en la memoria, pudimos confirmar que la tarde mereció la pena.
UNA TARDE EN PARIS Consigna: el Aeropuerto Charles de Gaulle dispone de consigna para maletas junto a la estación de metro y trenes. El precio por maleta es de 7€ para 6h y de 14€ para dejarla entre 6h y 12h (más precios en la pág. web). También es importante consultar los horarios, ya que a partir de las 21:30h está cerrado y no se pueden recoger más maletas. Billete de tren RER+Metro: existen diferentes tipos de billete, el ticket+ cuesta 1,70€ para un viaje y 13,70€ para 10 viajes. Crêpe au chocolat: comprándolos a los pies de la Torre Eiffel, 5€ |
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