Luis LÓPEZ GALÁN
Para muchos, el deseo de viaje implica aventura y riesgo; para otros, relax y calma, y para todos descubrir nuevos horizontes, experiencias desconocidas. Parece que para conseguir cada uno de estos elementos es imprescindible tomar un avión y viajar a miles de kilómetros y, sin embargo, a veces los tenemos todos más cerca de lo que pensamos. Así nos pasó cuando descubrimos que muy cerca de nuestro hogar, en el seco interior de la Península Ibérica, las rutas de montaña pueden ofrecer un amplio abanico de posibilidades viajeras. ¿Te atreves a subir con nosotros hasta la cima de El Torozo?
El Peñón del Torozo, o simplemente Torozo, es un conocido pico de la sierra de Gredos, que se encuentra localizada entre las provincias españolas de Salamanca, Cáceres, Ávila, Madrid y Toledo. Con su altitud de 2021,586 metros sobre el nivel del mar, subir a la cima del Torozo presenta una experiencia de montaña de dificultad media, muy agradable para los que, como nosotros, nos iniciábamos en estas lides.
Con la ayuda y el saber de la mano experta de un par de montañeros, Patricia y Miguel, que nos convencieron para esta aventura, comenzamos el viaje una mañana en busca del Puerto del Pico, puerto de montaña situado en Ávila. Pero antes, cita culinaria obligada estando en España, nos detuvimos en la hermosa Villa de Mombeltrán, un pequeño pueblo de casas de piedra y hornos de leña donde comprar pan recién hecho para acompañar las mercancías que ya traíamos de casa (lo básico para bocadillos-sandwiches). A pocos kilómetros y ya en el camino hacia el Puerto del Pico, el pueblo de Cuevas del Valle, también de bella arquitectura de montaña en sus casas, cuenta con el inicio de una calzada romana que sorprende por su perfecto estado de conservación; en ella todavía podemos caminar sobre el empedrado original que se utilizara en tiempos del fastuoso Imperio Romano. La calzada parte de Cuevas y culmina exactamente en el Puerto del Pico, donde comienza la subida a El Torozo.
Con la ayuda y el saber de la mano experta de un par de montañeros, Patricia y Miguel, que nos convencieron para esta aventura, comenzamos el viaje una mañana en busca del Puerto del Pico, puerto de montaña situado en Ávila. Pero antes, cita culinaria obligada estando en España, nos detuvimos en la hermosa Villa de Mombeltrán, un pequeño pueblo de casas de piedra y hornos de leña donde comprar pan recién hecho para acompañar las mercancías que ya traíamos de casa (lo básico para bocadillos-sandwiches). A pocos kilómetros y ya en el camino hacia el Puerto del Pico, el pueblo de Cuevas del Valle, también de bella arquitectura de montaña en sus casas, cuenta con el inicio de una calzada romana que sorprende por su perfecto estado de conservación; en ella todavía podemos caminar sobre el empedrado original que se utilizara en tiempos del fastuoso Imperio Romano. La calzada parte de Cuevas y culmina exactamente en el Puerto del Pico, donde comienza la subida a El Torozo.
El sendero PR-AV37 continúa en un ascenso menos complicado que las rocas anteriores durante unos quince minutos más. Tras el descanso, caminábamos tranquilos y disfrutando del paisaje a nuestro alrededor hasta que nos topamos de nuevo, junto al camino, con unas piedras de formas caprichosas ocupadas por unos cuantos habitantes de la montaña: un grupo de cabras. Al vernos, los animales decidieron que nuestra compañía no era lo suficientemente grata y se marcharon, pero desde su escondite pudimos divisar nuevas vistas que ya comenzaban a dejarnos boquiabiertos, debido a la altura sobre la que ya nos encontrábamos.
A partir de estas piedras el camino es amable, bordeando la ladera de la montaña y siguiendo siempre los pequeños montones formados por piedras que otros montañeros han debido colocar. El ascenso es ahora también leve y apenas se nota, pudiendo caminar con tranquilidad entre bosques verdes.
Transcurridos algunos metros, el sonido del viento comenzaba a confundirse con el del agua, como si un arroyo anduviera dejándose caer en la lejanía. En efecto, la Fuente de las Belesas aguarda al caminante con su agua natural preparada para saciar la sed de la ruta. Es un lugar magnífico para descansar de nuevo, beber el frío agua de la montaña y recuperar energía.
A partir de estas piedras el camino es amable, bordeando la ladera de la montaña y siguiendo siempre los pequeños montones formados por piedras que otros montañeros han debido colocar. El ascenso es ahora también leve y apenas se nota, pudiendo caminar con tranquilidad entre bosques verdes.
Transcurridos algunos metros, el sonido del viento comenzaba a confundirse con el del agua, como si un arroyo anduviera dejándose caer en la lejanía. En efecto, la Fuente de las Belesas aguarda al caminante con su agua natural preparada para saciar la sed de la ruta. Es un lugar magnífico para descansar de nuevo, beber el frío agua de la montaña y recuperar energía.
El Puerto del Pico cuenta con un restaurante y zonas de estacionamiento de vehículos, por lo que se puede llegar hasta aquí conduciendo sin ningún problema. Una vez aquí, un sendero señalizado (como todo el camino) por pequeños montones de piedras, nos llevó en menos de un kilómetro y unos quince-veinte minutos hasta el Refugio de la Majada del Tío Manteca, la primera parada de la ruta. Este tipo de refugios son habituales en la montaña; en su interior normalmente se puede encontrar una chimenea, cerillas, mantas y comida enlatada, por si ocurre alguna desgracia y algún montañero debe pasar la noche en plena ruta. Aparte de su gracioso nombre, el del Tío Manteca es un refugio bastante acogedor y en buen estado. Desde aquí y a un ritmo normal, la cima de El Torozo queda aproximadamente a 1 hora y 40 minutos.
Tras una breve parada en el refugio, continuamos nuestro ascenso por el mismo sendero, denominado PR-AV37, que ahora quedaba a la izquierda de la pequeña casa según mirábamos de frente a su puerta de entrada. A partir de aquí y durante unos quince minutos, el camino se transforma en grandes piedras lisas que forman escalones naturales y que ofrecen ya unas bonitas vistas del paisaje. Una de las últimas piedras grises antes de que el camino volviera a convertirse en arena marrón ofrecía en concreto casi una explanada donde poder descansar y reponer fuerzas comiendo frutos secos y mirando al horizonte. Empezábamos a sentir los pequeños placeres de la vida de montaña.
Tras una breve parada en el refugio, continuamos nuestro ascenso por el mismo sendero, denominado PR-AV37, que ahora quedaba a la izquierda de la pequeña casa según mirábamos de frente a su puerta de entrada. A partir de aquí y durante unos quince minutos, el camino se transforma en grandes piedras lisas que forman escalones naturales y que ofrecen ya unas bonitas vistas del paisaje. Una de las últimas piedras grises antes de que el camino volviera a convertirse en arena marrón ofrecía en concreto casi una explanada donde poder descansar y reponer fuerzas comiendo frutos secos y mirando al horizonte. Empezábamos a sentir los pequeños placeres de la vida de montaña.
Tras dejar atrás la fuente natural, en nuestro pensamiento se dibujaba ya la cima, no debía quedar mucho. Sin embargo, la vida en la montaña es impredecible y, cuando atravesamos un par de montículos de hierba, quedamos atrapados entre un buen número de vacas que pastaban relajadamente. Y como parecían relajadas, continuamos nuestro camino entre todas ellas, que no nos quitaban ojo. Hay que reconocer que en mitad de la montaña y a pesar de su sosiego, notamos cierto miedo al sentirnos observados por sus enormes ojos negros. Pero sobrevivimos, al fin y al cabo la naturaleza te hace fuerte.
Entre todas las vacas, a poca distancia, cuando anduvimos unos cuantos metros más, divisamos el segundo refugio que pudimos encontrar, esta vez el de Los Cervunales. Si bien no es tan coqueto como el primero, en el que paramos al principio de nuestra ruta, el Refugio de Los Cervunales cuenta en su exterior con varias piedras que hacen las veces de merendero con mesa y asientos: el lugar perfecto para detenerse a comer. Y así lo hicimos, con la cima de la montaña a nuestras espaldas y el verde infinito salpicado de nuestras amigas las vacas al frente.
Entre todas las vacas, a poca distancia, cuando anduvimos unos cuantos metros más, divisamos el segundo refugio que pudimos encontrar, esta vez el de Los Cervunales. Si bien no es tan coqueto como el primero, en el que paramos al principio de nuestra ruta, el Refugio de Los Cervunales cuenta en su exterior con varias piedras que hacen las veces de merendero con mesa y asientos: el lugar perfecto para detenerse a comer. Y así lo hicimos, con la cima de la montaña a nuestras espaldas y el verde infinito salpicado de nuestras amigas las vacas al frente.
Desde el Refugio de Los Cervunales, la cima de El Torozo se encuentra realmente cerca. El sendero continúa ascendiendo en semicírculo y culmina en las primeras grandes piedras que comienzan a formar el pico. La ruta es algo más complicada en este punto, obligando las enormes rocas a caminar despacio y a encontrar la mejor manera de continuar entre los estrechos huecos que quedan entre las unas y las otras. La recompensa, sin embargo, merece la pena. Desde lo más alto de El Torozo, nuestra meta, señalizada con una pequeña columna blanca que en la jerga se denomina punto geodésico las vistas son indescriptibles. El Barranco de las Cinco Villas y el resto de los picos de la sierra se divisan desde este punto por encima de casas, chimeneas y árboles y entre águilas que sobrevuelan la absoluta libertad de este trozo de cielo azul brillante. Aunque fatigados por la caminata, esta recompensa nos devuelve la energía.
Cerca del punto geodésico que marca la cima pudimos encontrar una pequeña caja metálica que resguardaba un cuaderno, una especie de libro de firmas de aquellas personas que han conseguido llegar hasta allí.
Cerca del punto geodésico que marca la cima pudimos encontrar una pequeña caja metálica que resguardaba un cuaderno, una especie de libro de firmas de aquellas personas que han conseguido llegar hasta allí.
La bajada, por la cara norte de la montaña, es algo más libre. Ya no hay un sendero que seguir hasta que vuelves a encontrar el camino PR-AV37 y, para hacerlo, hay que bajar la ladera entre enormes rocas siguiendo únicamente los montones de piedras colocados como siempre por otros montañeros. No hay demasiada perdida, una vez que continúas bajando y siguiendo estas señales pétreas, aparecerás en el sendero por la zona transitada antes de llegar a la Fuente de las Belesas. Desde ahí, únicamente seguimos el camino a la inversa para volver a encontrarnos con el primer refugio y, finalmente, con el Puerto del Pico. Fin de la aventura.
La libertad de la montaña no es algo simplemente recomendable; es una experiencia esencial. Ahora que lo has recordado, ármate de valor, agarra tus botas y... ¡disfruta!
La libertad de la montaña no es algo simplemente recomendable; es una experiencia esencial. Ahora que lo has recordado, ármate de valor, agarra tus botas y... ¡disfruta!
Agradecimientos: Patricia y Miguel por dejarnos compartir sus locas aventuras con ellos. Esperamos hacerlo mucho más a menudo.
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