Alejandro ROJAS
Las Bahamas, ese pequeño y paradisíaco país, es un archipiélago caribeño compuesto por más de 700 islas y cayos. Y decimos bien, país, porque si bien el territorio se mantuvo como colonia británica hasta 1973, en ese año se convirtió en un país independiente. Pero además de su historia están estas 700 piezas de un puzzle que ha llamado nuestra atención, cada una de ellas tan hermosa como única, con características que no comparte con sus hermanas. Y hoy nos vamos en centrar en la que está considerada, tanto por locales como por visitantes, como la más bella de todas, Exuma.
Dado que el tiempo con el que contamos es limitado y teniendo en cuenta también la conectividad entre las islas, decidimos tomar un tour de un día a las islas Exuma, dentro de Bahamas. Para ello, contratamos la ruta con la agencia Powerboat Adventures (información abajo), que ofrece justo lo que andábamos buscando.
Reservamos la excursión algunos días antes, dado que el número de visitantes permitidos está limitado basándose sobre todo en el tamaño del barco: para el viaje que nosotros elegimos el número máximo son 22 pasajeros (lo que hace que la experiencia completa no esté abarrotada de gente). Tuvimos suerte y conseguimos los dos últimos puestos.
A las 8:30 de la mañana, nuestro shuttle nos recoge desde nuestro hotel para llevarnos hasta el Paradise Island Ferry Terminal. Si conduces para llegar aquí en tu propio coche, es aconsejable llegar con algo de tiempo, ya que no es sencillo encontrar espacio de aparcamiento libre dado el gran número de excursiones que parten a diario desde este punto. Una vez allí, confirmamos nuestra reserva, recogimos nuestras pulseras y... ¡listos para abordar! Un bonito barco de alto rendimiento 40' 1000 HP nos espera en el muelle y, una vez que los 22 pasajeros estamos en él, ¡partimos!
El barco viaja, como ya suponíamos, a rápida velocidad, llevándonos al primer punto de nuestro destino a 40 millas por hora. El aire fresco en las mejillas nos indica que ya no estamos cerca del primer puerto y cuando el color del mar va transformándose desde el turquesa al aguamarina y luego al azul oscuro, también nos percatamos de que estamos realmente llegando al paraíso. Después de una hora rodeados por las tonalidades del mar, llegamos a Allan's Cay. En el primer vistazo este lugar no parece que esconda más que una belleza infinita, pero cuando el barco se aproxima a la orilla, nos damos cuenta de que lo que en la distancia parecía troncos y ramas son en realidad iguanas, ¡decenas de ellas! Esta especie protegida es conocida como Allen's Cay Rock Iguana (Cyclura cychlura inornata), o, por los locales, como el Dragón de las Bahamas.
Reservamos la excursión algunos días antes, dado que el número de visitantes permitidos está limitado basándose sobre todo en el tamaño del barco: para el viaje que nosotros elegimos el número máximo son 22 pasajeros (lo que hace que la experiencia completa no esté abarrotada de gente). Tuvimos suerte y conseguimos los dos últimos puestos.
A las 8:30 de la mañana, nuestro shuttle nos recoge desde nuestro hotel para llevarnos hasta el Paradise Island Ferry Terminal. Si conduces para llegar aquí en tu propio coche, es aconsejable llegar con algo de tiempo, ya que no es sencillo encontrar espacio de aparcamiento libre dado el gran número de excursiones que parten a diario desde este punto. Una vez allí, confirmamos nuestra reserva, recogimos nuestras pulseras y... ¡listos para abordar! Un bonito barco de alto rendimiento 40' 1000 HP nos espera en el muelle y, una vez que los 22 pasajeros estamos en él, ¡partimos!
El barco viaja, como ya suponíamos, a rápida velocidad, llevándonos al primer punto de nuestro destino a 40 millas por hora. El aire fresco en las mejillas nos indica que ya no estamos cerca del primer puerto y cuando el color del mar va transformándose desde el turquesa al aguamarina y luego al azul oscuro, también nos percatamos de que estamos realmente llegando al paraíso. Después de una hora rodeados por las tonalidades del mar, llegamos a Allan's Cay. En el primer vistazo este lugar no parece que esconda más que una belleza infinita, pero cuando el barco se aproxima a la orilla, nos damos cuenta de que lo que en la distancia parecía troncos y ramas son en realidad iguanas, ¡decenas de ellas! Esta especie protegida es conocida como Allen's Cay Rock Iguana (Cyclura cychlura inornata), o, por los locales, como el Dragón de las Bahamas.
Nuestro guía, Ramón, nos espera en la parte trasera del barco con una bolsa de uvas pero, antes de acercárnoslas, sugiere que encontremos un palo largo para alimentar a las iguanas con él, ya que al ser salvajes pueden morder. Para los menos aventureros, también explica que simplemente pueden lanzar las frutas para que los animales las alcancen.
Es entonces cuando bajamos al agua desde el barco para llegar a la orilla y encontrarnos cara a cara con las verdaderas dueñas de la isla, que por su parte ya saben que para ellas ha llegado la hora del almuerzo. Pasamos con las iguanas unos 10-15 minutos, algunas personas tomando fotos y alimentando a los dragones mientras que otras eligen relajarse en algún punto de la playa más atractivo que el aspecto de estas criaturas de aspecto prehistórico.
Y después de esta rápida pero peculiar parada estamos de vuelta en el barco para ser llevados a la isla privada de la agencia Powerboat Adventure: Ship Channel Cay, hasta donde llegamos a los diez minutos. Con sus dos millas de longitud y su media milla de anchura, esta isla en mitad de la nada ofrece espectaculares vistas mires hacia donde mires.
Desde el barco, muelle de color verde nos conduce directamente hasta un bar repleto de frutas exóticas y diferentes snacks y bebidas (licores, vinos, cervezas, refrescos, zumos y agua). Todo incluido. Un tentempié para coger fuerzas: la aventura está en realidad a punto de comenzar.
Es entonces cuando bajamos al agua desde el barco para llegar a la orilla y encontrarnos cara a cara con las verdaderas dueñas de la isla, que por su parte ya saben que para ellas ha llegado la hora del almuerzo. Pasamos con las iguanas unos 10-15 minutos, algunas personas tomando fotos y alimentando a los dragones mientras que otras eligen relajarse en algún punto de la playa más atractivo que el aspecto de estas criaturas de aspecto prehistórico.
Y después de esta rápida pero peculiar parada estamos de vuelta en el barco para ser llevados a la isla privada de la agencia Powerboat Adventure: Ship Channel Cay, hasta donde llegamos a los diez minutos. Con sus dos millas de longitud y su media milla de anchura, esta isla en mitad de la nada ofrece espectaculares vistas mires hacia donde mires.
Desde el barco, muelle de color verde nos conduce directamente hasta un bar repleto de frutas exóticas y diferentes snacks y bebidas (licores, vinos, cervezas, refrescos, zumos y agua). Todo incluido. Un tentempié para coger fuerzas: la aventura está en realidad a punto de comenzar.
Después de tomar algo, elegimos un buen lugar en la playa y de repente la arena blanca y las aguas cristalinas nos tientan a tumbarnos, relajarnos y olvidarnos de todo lo demás. Sin embargo, cuanta más atención prestamos a la orilla, más sombras en las primeras profundidades podemos observar. ¡Son Manta Rayas!
Una vez más nuestro guía tiene algo que decirnos. Nos invita a entrar al agua para hacer una especie de barrera humana de cara a nuestros nuevos amigos, que se balancean en el agua con curiosidad mientras se acercan a nosotros. Mientras el guía da sus instrucciones, nosotros nos ponemos de rodillas en la orilla mientras él distribuye algunos pedazos de pescado fresco. Al mismo tiempo, los fantasmas marinos siguen familiarizándose con el grupo y nadan con mimo alrededor de nuestras piernas. La sensación es suave pero no debemos olvidar que su cola es venenosa, por lo que nunca se debe tocar desde ella, ya que son animales salvajes que pueden asustarse e intentar defenderse. Para alimentarlas, ponemos el pedazo de pescado entre nuestros dedos con la palma de la mano hacia abajo y la sumergimos en el agua para que las Manta Rayas naden entonces por encima y, casi como una aspiradora, succionen el trozo de pescado para después perderse mar adentro.
Una vez más nuestro guía tiene algo que decirnos. Nos invita a entrar al agua para hacer una especie de barrera humana de cara a nuestros nuevos amigos, que se balancean en el agua con curiosidad mientras se acercan a nosotros. Mientras el guía da sus instrucciones, nosotros nos ponemos de rodillas en la orilla mientras él distribuye algunos pedazos de pescado fresco. Al mismo tiempo, los fantasmas marinos siguen familiarizándose con el grupo y nadan con mimo alrededor de nuestras piernas. La sensación es suave pero no debemos olvidar que su cola es venenosa, por lo que nunca se debe tocar desde ella, ya que son animales salvajes que pueden asustarse e intentar defenderse. Para alimentarlas, ponemos el pedazo de pescado entre nuestros dedos con la palma de la mano hacia abajo y la sumergimos en el agua para que las Manta Rayas naden entonces por encima y, casi como una aspiradora, succionen el trozo de pescado para después perderse mar adentro.
La idea de un menú gratuito atrae más pronto que tarde a unos vecinos algo diferentes y mucho menos amigables. Las Manta Rayas se dispersan ante la llegada de los mayores depredadores del océano: los tiburones.
Nuestro intrépido guía será el encargado de alimentar a los animales esta vez, dejando al resto del grupo a su espalda con la cámara preparada y mucha expectación. De repente, las anteriormente pacíficas y calmadas aguas se ven repletas de tiburones de arrecife, tiburones nodriza y tiburones limón. Finalmente Ramón aparece sosteniendo una cuerda de la que cuelga un buen pedazo de cebo que lanza al agua, provocando un alboroto que hace que únicamente podamos ver aletas, colas y dientes puntiagudos. Cuando al fin uno de los tiburones agarra el cebo, Ramón tira de la cuerda y se encuentra cara a cara con la bestia, la levanta, la besa y la deja ir. Hace esto un par de veces más, permitiéndonos ver al animal de cerca y también teniendo cuidado para no dañarlo a la vez que nos mantiene a salvo a su espalda.
Una vez que termina de alimentarlos y del mismo modo en que se marcharon las Manta Rayas, los tiburones desaparecen rápidamente como si se hubiera tratado de un show organizado y las aguas vuelven a estar tranquilas y cristalinas. Esto significa que el momento del snorkel ha llegado... y sí, será en el mismo lugar en el que hace unos minutos las Manta Rayas y los tiburones nadaban en busca de alimento.
Nuestro intrépido guía será el encargado de alimentar a los animales esta vez, dejando al resto del grupo a su espalda con la cámara preparada y mucha expectación. De repente, las anteriormente pacíficas y calmadas aguas se ven repletas de tiburones de arrecife, tiburones nodriza y tiburones limón. Finalmente Ramón aparece sosteniendo una cuerda de la que cuelga un buen pedazo de cebo que lanza al agua, provocando un alboroto que hace que únicamente podamos ver aletas, colas y dientes puntiagudos. Cuando al fin uno de los tiburones agarra el cebo, Ramón tira de la cuerda y se encuentra cara a cara con la bestia, la levanta, la besa y la deja ir. Hace esto un par de veces más, permitiéndonos ver al animal de cerca y también teniendo cuidado para no dañarlo a la vez que nos mantiene a salvo a su espalda.
Una vez que termina de alimentarlos y del mismo modo en que se marcharon las Manta Rayas, los tiburones desaparecen rápidamente como si se hubiera tratado de un show organizado y las aguas vuelven a estar tranquilas y cristalinas. Esto significa que el momento del snorkel ha llegado... y sí, será en el mismo lugar en el que hace unos minutos las Manta Rayas y los tiburones nadaban en busca de alimento.
Seguimos a Ramón para equiparnos bien para la actividad: snorkel, máscara, tubo y chaleco salvavidas debido al fuerte viento que hoy azota la isla. Después caminamos cinco minutos buscando el oeste y disfrutando una vez más de las vistas del lugar. Una vez que llegamos al punto de partida y nos metemos en el agua, el viento, fuerte como ya se ha dicho, nos lleva de vuelta al este, lo que hace que nosotros podamos concentrarnos con calma en el fondo mientras flotamos en el agua cálida del mar. Debajo, los hermosos corales lucen atestados de peces de colores neón que nadan y se esconden en un subsuelo que parece sacado de otro planeta. Después de unos diez minutos volvemos de vuelta a nuestra ya familiar playa sin prisa y, lo que es más importante, sin tiburones alrededor.
El día sin embargo está lejos de terminar; toda la excitación nos ha dado hambre y por suerte para nosotros, ¡es la hora de comer! Dejando atrás (por lo menos por un rato) el mar, volvemos a la zona del bar donde el personal ha preparado un variado y delicioso buffet que incluye pescado y carne al grill, pasta y vegetales, hot dogs, ensaladas, frutas tropicales, quesos y algún que otro manjar más. Por supuesto el bar continúa abierto, por lo que podemos acompañas nuestra exquisita comida con la bebida que deseemos.
El día sin embargo está lejos de terminar; toda la excitación nos ha dado hambre y por suerte para nosotros, ¡es la hora de comer! Dejando atrás (por lo menos por un rato) el mar, volvemos a la zona del bar donde el personal ha preparado un variado y delicioso buffet que incluye pescado y carne al grill, pasta y vegetales, hot dogs, ensaladas, frutas tropicales, quesos y algún que otro manjar más. Por supuesto el bar continúa abierto, por lo que podemos acompañas nuestra exquisita comida con la bebida que deseemos.
Ahora llega de verdad el tiempo para relajarse, pero antes de elegir el lugar ideal para tumbarse a tomar el sol, hay un manjar más cocinándose delante de nuestros ojos: la preparación en vivo del que está considerado como uno de los platos tradicionales de las Bahamas, la ensalada de concha. El proceso comienza desde el principio, cuando alguien se encamina hacia el agua y vuelve con una Concha Reina viva, de la que extraen la carne para mezclarla con limón y sal para conseguir limpiarla y después cocinarla con diversos ingredientes: cebolla, pimiento, tomate, zumo de limón y, para los que gustan de lo picante, un poco de chile. Una vez listo lo probamos y podemos comprobar que ¡sabe muy, muy bien!
Y hasta aquí llegó la experiencia, ahora es el momento de relajarnos y disfrutar las llamadas Bahamas' famous 3 S, las tres eses en inglés: sun (sol), sand (arena) and sea (mar). Todavía tenemos un par de horas para hacerlo antes de volver al barco... y eso hacemos.
Y hasta aquí llegó la experiencia, ahora es el momento de relajarnos y disfrutar las llamadas Bahamas' famous 3 S, las tres eses en inglés: sun (sol), sand (arena) and sea (mar). Todavía tenemos un par de horas para hacerlo antes de volver al barco... y eso hacemos.
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