Luis LÓPEZ GALÁN
Fue una mañana, muy temprano, cuando nos aventuramos a disfrutar de lo que nos habían dicho que era una maravillosa experiencia. Habíamos llegado hasta Livingstone, en la frontera de Zambia con Zimbabue, la tarde anterior y era esta aventura lo que precisamente veníamos buscando. Esta zona del mundo se hizo famosa por albergar las impresionantes cataratas Victoria y, ahora, llenos de emoción, nosotros íbamos también a dejarnos maravillar por ellas.
LAS CATARATAS VICTORIA
Las cataratas Victoria son un salto de agua del río Zambezi y forman la frontera geográfica entre Zambia y Zimbabue. Su anchura es aproximadamente de 1,7 km y su altura de 108 m, doblando a las del Niágara. Las únicas que pueden competir con las Victoria son las del Iguazú en Sudamérica.
Las cataratas fueron descubiertas por los occidentales de la mano del famoso explorador y misionero escocés David Livingstone. De hecho, los primeros asentamientos que se establecieron en la zona después de que él llegara hasta aquí fueron transformándose en la ciudad que hoy lleva su apellido. Livingstone está, de hecho, muy presente todavía en la vida diaria de toda esta zona africana, contando con su propio museo cerca de las cataratas y varias estatuas repartidas por el lugar.
Mr. Livingstone intentaba, en 1855, encontrar una ruta que lo llevara hasta la costa este del continente africano. En su camino se encontró con la tribu Makalolo que, en alguna conversación, le hablaron de lo que ellos llamaban ‘el humo que truena’ (Mosi-oa-Tunya). Tan maravillados estaban con este lugar que decidieron llevar a Livingstone en una canoa hasta las mismas cataratas, un hito en la vida del explorador y un acontecimiento que nunca podría olvidar. Él fue quien las bautizó como cataratas Victoria en honor a la por entonces Reina Victoria de Inglaterra.
Esta zona del río varía a lo largo del año en forma y tamaño, ya que experimenta una estación lluviosa desde septiembre hasta abril, cuando en ocasiones es casi imposible ver algunas zonas de las cataratas debido a la cantidad de agua, y una seca el resto del año.
Las cataratas Victoria son un salto de agua del río Zambezi y forman la frontera geográfica entre Zambia y Zimbabue. Su anchura es aproximadamente de 1,7 km y su altura de 108 m, doblando a las del Niágara. Las únicas que pueden competir con las Victoria son las del Iguazú en Sudamérica.
Las cataratas fueron descubiertas por los occidentales de la mano del famoso explorador y misionero escocés David Livingstone. De hecho, los primeros asentamientos que se establecieron en la zona después de que él llegara hasta aquí fueron transformándose en la ciudad que hoy lleva su apellido. Livingstone está, de hecho, muy presente todavía en la vida diaria de toda esta zona africana, contando con su propio museo cerca de las cataratas y varias estatuas repartidas por el lugar.
Mr. Livingstone intentaba, en 1855, encontrar una ruta que lo llevara hasta la costa este del continente africano. En su camino se encontró con la tribu Makalolo que, en alguna conversación, le hablaron de lo que ellos llamaban ‘el humo que truena’ (Mosi-oa-Tunya). Tan maravillados estaban con este lugar que decidieron llevar a Livingstone en una canoa hasta las mismas cataratas, un hito en la vida del explorador y un acontecimiento que nunca podría olvidar. Él fue quien las bautizó como cataratas Victoria en honor a la por entonces Reina Victoria de Inglaterra.
Esta zona del río varía a lo largo del año en forma y tamaño, ya que experimenta una estación lluviosa desde septiembre hasta abril, cuando en ocasiones es casi imposible ver algunas zonas de las cataratas debido a la cantidad de agua, y una seca el resto del año.
LIVINGSTONE, LA CIUDAD MULTI-AVENTURA
Como ya se ha dicho, llegamos hasta Livingstone con la intención clara de ver y vivir las cataratas Victoria de la mejor manera posible. Lo hicimos desde Lusaka, la capital de Zambia, en un largo viaje de más de seis horas de coche por carreteras, en su mayoría, no demasiado desarrolladas, incluso con enormes agujeros en el asfalto y muy poca señalización. Pero llegamos.
Livingstone es la ciudad más turística de Zambia, contando incluso con un aeropuerto internacional. Estando situada en la frontera con Zimbabue y cerca de la de Botswana, se trata de un lugar de paso en multitud de rutas de safari o turísticas por esta zona del continente africano. No en vano, resulta sencillo encontrar tours o viajes organizados que incluyen la visita a esta ciudad con las cataratas Victoria para continuar el recorrido realizando safaris en Zimbabue, Botswana e incluso Namibia, con su impresionante desierto. En Livingstone, además, es posible disfrutar de multitud de actividades como rafting por el río Zambezi, cruceros en este mismo río para ver el atardecer comiendo y bebiendo (y sin música, eso sí, para no asustar a los hipopótamos de las orillas), encuentros con animales como guepardos o safaris en busca de rinocerontes y elefantes. Además, en este lugar es muy famoso el salto bungee o ‘puenting’, que se realiza desde un puente de hierro construido en 1905 por el que, simplemente caminando, uno pasa de Zambia a Zimbabue.
Como ya se ha dicho, llegamos hasta Livingstone con la intención clara de ver y vivir las cataratas Victoria de la mejor manera posible. Lo hicimos desde Lusaka, la capital de Zambia, en un largo viaje de más de seis horas de coche por carreteras, en su mayoría, no demasiado desarrolladas, incluso con enormes agujeros en el asfalto y muy poca señalización. Pero llegamos.
Livingstone es la ciudad más turística de Zambia, contando incluso con un aeropuerto internacional. Estando situada en la frontera con Zimbabue y cerca de la de Botswana, se trata de un lugar de paso en multitud de rutas de safari o turísticas por esta zona del continente africano. No en vano, resulta sencillo encontrar tours o viajes organizados que incluyen la visita a esta ciudad con las cataratas Victoria para continuar el recorrido realizando safaris en Zimbabue, Botswana e incluso Namibia, con su impresionante desierto. En Livingstone, además, es posible disfrutar de multitud de actividades como rafting por el río Zambezi, cruceros en este mismo río para ver el atardecer comiendo y bebiendo (y sin música, eso sí, para no asustar a los hipopótamos de las orillas), encuentros con animales como guepardos o safaris en busca de rinocerontes y elefantes. Además, en este lugar es muy famoso el salto bungee o ‘puenting’, que se realiza desde un puente de hierro construido en 1905 por el que, simplemente caminando, uno pasa de Zambia a Zimbabue.
Nada más llegar a Livingstone, como no podía ser de otra manera, nos dirigimos raudos hasta el Parque Nacional de las Cataratas Victoria, el espacio protegido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad que alberga el famoso salto de agua. Llegar es sencillo y el lugar está acondicionado para la visita de los viajeros que vienen desde todas partes del mundo, con aparcamiento y pequeños edificios con comercios y tiendas de recuerdos. Una vez pasado este lugar, hay que adentrarse en el parque, atravesando caminos de arena repletos de monos que moran a sus anchas, al fin y al cabo es su casa, y árboles de gran tamaño. En estos primeros momentos el sonido del agua cayendo en algún lugar cercano ya comienza a hacer acto de presencia. Tras pasar junto a una estatua de gran tamaño de David Livingstone, representado con la mirada puesta en su descubrimiento, un hueco entre varios árboles deja entrever un inmenso manto de agua blanca cayendo al vacío. Ante nosotros, las cataratas Victoria.
A partir del primer vistazo, varios caminos de piedra se abren en distintos recorridos. Uno de ellos va bordeando las cataratas desde su frente, por lo que por supuesto fue el elegido. Lo que no habíamos pensado es que el agua, al caer con tanta fuerza, rebota devolviéndolo hacia arriba y formando un diluvio que se vuelve una constante durante toda la caminata, ya que son más bien pocos los puntos del camino en los que observar la caída del agua al frente sin que esa lluvia caiga sobre ti. Por esto, es recomendable ir equipado con chubasqueros y cámaras protegidas. Resguardarse del agua es completamente imposible.
La experiencia en sí misma es toda una aventura, seguramente con caídas incluidas al atravesar el puente (¡camina con cuidado!), pero es cierto que la cantidad de agua cayendo no permite ver las cataratas en todo su esplendor. Por esa razón, decidimos que a la mañana siguiente deberíamos buscar un nuevo ángulo… ¿qué tal desde el cielo?
A partir del primer vistazo, varios caminos de piedra se abren en distintos recorridos. Uno de ellos va bordeando las cataratas desde su frente, por lo que por supuesto fue el elegido. Lo que no habíamos pensado es que el agua, al caer con tanta fuerza, rebota devolviéndolo hacia arriba y formando un diluvio que se vuelve una constante durante toda la caminata, ya que son más bien pocos los puntos del camino en los que observar la caída del agua al frente sin que esa lluvia caiga sobre ti. Por esto, es recomendable ir equipado con chubasqueros y cámaras protegidas. Resguardarse del agua es completamente imposible.
La experiencia en sí misma es toda una aventura, seguramente con caídas incluidas al atravesar el puente (¡camina con cuidado!), pero es cierto que la cantidad de agua cayendo no permite ver las cataratas en todo su esplendor. Por esa razón, decidimos que a la mañana siguiente deberíamos buscar un nuevo ángulo… ¿qué tal desde el cielo?
SOBREVOLAR LAS CATARATAS VICTORIA
Como decía, despertamos muy temprano aquella mañana de domingo para esperar a nuestro coche. Afortunadamente nuestro alojamiento, el Water Front Lodge, resultó estar localizado muy cerca de la empresa que realiza los vuelos sobre las cataratas: Batoka Sky Microlight.
Tras llegar, firmar los pertinentes documentos y condiciones y vestirnos con un mono azul (que venía muy bien para evitar el frío, ya que como se puede observar en las imágenes el Microlight es completamente abierto), quedaba esperar a nuestro vuelo. El avión-microlight es individual, por lo que cada uno debe esperar su turno para realizar la aventura.
Llegado el momento y después de las presentaciones con el piloto, con quien hay una comunicación continua durante todo el vuelo gracias a auriculares y micrófonos, es él mismo quien comienza a narrar la historia del descubrimiento de las cataratas Victoria a la vez que el pequeño aparato se va elevando en el aire.
Como decía, despertamos muy temprano aquella mañana de domingo para esperar a nuestro coche. Afortunadamente nuestro alojamiento, el Water Front Lodge, resultó estar localizado muy cerca de la empresa que realiza los vuelos sobre las cataratas: Batoka Sky Microlight.
Tras llegar, firmar los pertinentes documentos y condiciones y vestirnos con un mono azul (que venía muy bien para evitar el frío, ya que como se puede observar en las imágenes el Microlight es completamente abierto), quedaba esperar a nuestro vuelo. El avión-microlight es individual, por lo que cada uno debe esperar su turno para realizar la aventura.
Llegado el momento y después de las presentaciones con el piloto, con quien hay una comunicación continua durante todo el vuelo gracias a auriculares y micrófonos, es él mismo quien comienza a narrar la historia del descubrimiento de las cataratas Victoria a la vez que el pequeño aparato se va elevando en el aire.
En un principio, lo único visible es una humareda que sube hacia el cielo desde un corte en la tierra. Poco a poco, ese corte se va haciendo visible hasta dejar ver la impresionante profundidad de las cataratas Victoria y el agua cayendo y volviendo a subir. La visión es indescriptible.
Además de las cataratas, desde las alturas es posible también avistar hipopótamos descansando en el río y elefantes buscando comida a la vez que el aparato sobrevuela campos verdes de Zimbabwe y de Zambia.
En un viaje, uno nunca debe crearse expectativas altas sobre lo que va a ver o a hacer, por aquello de no llevarse alguna decepción. Sin embargo, nuestro microlight nos elevó muchos metros más arriba de donde habíamos situado nuestras enormes expectativas en esta aventura. Tener en la memoria, para siempre, la imagen del agua cayendo en las Victoria desde las alturas es, sin duda, uno de los mejores regalos que la vida puede darle a un viajero.
Además de las cataratas, desde las alturas es posible también avistar hipopótamos descansando en el río y elefantes buscando comida a la vez que el aparato sobrevuela campos verdes de Zimbabwe y de Zambia.
En un viaje, uno nunca debe crearse expectativas altas sobre lo que va a ver o a hacer, por aquello de no llevarse alguna decepción. Sin embargo, nuestro microlight nos elevó muchos metros más arriba de donde habíamos situado nuestras enormes expectativas en esta aventura. Tener en la memoria, para siempre, la imagen del agua cayendo en las Victoria desde las alturas es, sin duda, uno de los mejores regalos que la vida puede darle a un viajero.
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